Ningún santo termina jamás de orar
Salmo 72:20
“Aquí terminan las oraciones de David”.
Lo que termina aquí son las oraciones escritas
que hizo David, por lo menos en esta colección, pero no las orales; las
oraciones cantadas. La última es para su hijo Salomón. Y ¿cuándo David terminó
de orar, aquí? ¿Aquí realmente terminan
las oraciones de David? No, fíjate en el título de los salmos 86, 101,103, etc.
y verás que aquí no terminan las oraciones de David, aquí terminan las
oraciones agrupadas en esta colección.
Ningún santo jamás termina de orar, mientras
haya vida en su alma continúa orando porque no hay deleite más grande para su
espíritu que orar, estar en la presencia de su Dios. Pudieran haber terminado
sus producciones literarias pero él siguió orando, pudo haber concluido su ministerio
musical y ya no escribir ningún otro salmo, pero él continuaría orando. Dejó de
orar cuando murió, entonces sí pudo escribirse ese epitafio: “Aquí termina la
vida de oración de David”. Cuando David envejeció y ya no podía tomar la pluma
y escribir, cuando no tenía fuerzas para tocar su arpa y la dejó arrinconada,
cuando no podía calentarse sobre la cama, aún seguía orando y meditando dentro
de su alma. Si un santo deja de orar deja de ser santo. Oh Señor, no me quites
los deseos de orar, auméntalos. Qué delicia es meditar y reflexionar en
oración.
No dice que estos sean los rezos de David sino “las
oraciones”. Quien haya leído las oraciones de David sabe que son originales,
no copias de las oraciones de algún otro santo que le precediera como fueron
Samuel o Moisés. Pudo haberse inspirado en las oraciones de aquellos y
hubiera sido lícito, pero no lo hizo como ocurrió con el Magnificat de María (Luc.
1:46-55), aplicándolo a sus propias circunstancias. No, David, ungido por el
Espíritu Santo, prefiere derramar su alma con sus propias palabras: se exalta,
deprime, argumenta, confía, se arrepiente, se espanta, alaba, perdona, pide
venganza, exhorta, instruye. La oración es algo muy unido entre su alma y Dios.
Las oraciones de todos los santos, en cuanto al
formato, en sentido general son modelos, patrones, pero no son de ningún
provecho si se toman para hacer repeticiones. Tanto el alma como las
situaciones de cada santo son distintas. Ni las oraciones del Señor Jesucristo
han sido preservadas para repetirlas; a no ser que lleguemos a encontrarnos en
las mismas situaciones críticas que él.
¿Qué sentido
tiene decir: “Mi alma está muy triste, hasta la muerte” si estamos llenos de
gozo? o, “vénganos tu reino”, ¿si cada día amamos más este mundo? “perdona nuestros
pecados como nosotros perdonamos a nuestros deudores”, ¿si es mentira y no
perdonamos a nadie ni siquiera pequeñas ofensas? No hay oración más muerta que
la que se copia de otro y se repite sin sentirla. Es cierto que Esteban oró con
las palabras de Jesús, y María como Ana, porque el primero estaba muriendo como
él, eso pensaba, y ambas mujeres tuvieron un hijo por un milagro.
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