Ciencia, tú no has matado a mi Dios
Salmo 29:2
“Dad a Jehová la gloria debida a su nombre”.
David
comienza invitándonos a dar gloria a Dios y como para que tengamos idea de ella
nos muestra como él actúa en las tormentas. El relámpago que enciende con rojo
el firmamento, el ronco trueno que cae sobre los árboles, el diluvio que trae a
Jah (v.10). No siente horror sino regocijo, ¿cómo dices que el origen de todas
las religiones es el miedo? No es el origen de Jehová. David no conoce ninguna
explicación científica sobre el rayo y el diluvio, pero reconoce en ello la voz
de Dios. Hoy los hombres que han descubierto las leyes naturales que hacen
funcionar todo, se han tornado ateos.
¿Cómo pueden negar
que haya un legislador? No hay razón para que el hombre moderno no adore a Dios
con la misma fe sencilla de las remotas civilizaciones. La ciencia no ha destruido a Dios, le ha ayudado a
eliminar supersticiones nada más; pero se ha engreído por hallar tantas
religiones falsas. Alma moderna, adora a tu Dios como David, con su entusiasmo,
con su gozo, con su piedad. Hazte ignorante y serás sabia, adora como los
ignorantes. Yo quiero adorar así, moderno en ciencia y antiguo en religión.
Ciencia, tú no has matado a mi Dios, no
has destruido mi culto, al contrario, me has dicho claramente cuando te leo
entre líneas agnósticas, que no lo has podido eludir. (Meditar en 1 Co. 3:18; 1
Ti. 6:20). Si te haces, más por política que por exactitud, agnóstica, te
descreo y te apellidas “falsamente”.
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