La ilusión de volver al púlpito
Salmo 51: 13
“Enseñaré a los pecadores tus caminos y se
convertirán a ti”.
¿Desea David después de haber cometido adulterio y
homicidio trabajar en la salvación de los demás? ¿Cómo se encuentra y cómo lo
miran después de su catástrofe espiritual? ¿Cómo es posible que piense que
puede volver a enseñar la Palabra de Dios? ¿No se sentiría mejor si renuncia a
su vocación? ¿El adulterio y la complicidad en un asesinato no lo han eliminado?
(1Co.9:27).
Existe como un
sentimiento universal querer retener lo que se ha perdido una vez que se
ha pecado; David lo sintió así y por eso dijo al Señor que le concediera una
multitud de cosas espirituales para volver a ser quien había sido antes de su
caída y constituirse de nuevo en un maestro de la Palabra.
Cuando un hombre ha dedicado su vida entera a
enseñar a los pecadores y peca, generalmente no sabe hacer otra cosa, y no es
el caso de David, le es difícil hacerla, ¿cómo comenzar a iniciarse en una vocación
distinta, si ha recorrido gran parte de la vida en una? Son algunos motivos para plantearse el regreso al
ministerio de la Palabra. A veces además la sinceridad del arrepentimiento,
la honestidad de la fe en Dios y en su grandeza, el íntimo
convencimiento de que el pecado fue un error y una insensatez, el deseo
de no repetirlo, las muchas experiencias espirituales que se han aprendido
de Dios y de la gracia en tales circunstancias, el deseo de agradarle y
de reparar la falta o mostrarle lealtad después de la trasgresión, y la ilusión que los pecadores se convertirán
con sus nuevos sermones.
El problema está en el inexorable juicio del público
y su insuperable buena memoria que archiva perfectamente los malos recuerdos.
¡Oh pobres de aquellos ministros eliminados que no pueden volver a sus púlpitos
deseándolo de corazón!Oremos por ellos.
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