Secreto de un misionero


2 Corintios 4:13-18
13 Pero teniendo el mismo espíritu de fe, conforme a lo que está escrito: Creí, por lo cual hablé, nosotros también creemos, por lo cual también hablamos, 14 sabiendo que el que resucitó al Señor Jesús, a nosotros también nos resucitará con Jesús, y nos presentará juntamente con vosotros. 15 Porque todas estas cosas padecemos por amor a vosotros, para que abundando la gracia por medio de muchos, la acción de gracias sobreabunde para gloria de Dios. 16 Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día. 17 Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; 18 no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas”.

Observa un secreto misionero de Pablo: su fe, o sea, es primero que un secreto pastoral es un secreto cristiano. Es maravilloso en sus escritos. Aquí asegura que su ministerio tiene continuidad a pesar de la oposición que halla; y que continuará predicando sin “desmayar” (v.16) o sin desánimos como traduce Dios Habla Hoy. Es una palabra de marca mayor. ¿Nunca habrá sufrido desánimos? (Hch.27:20). Si alguna vez estuvo desanimado el Señor lo animó. 
Fíjate que se sobrepone a todas sus oposiciones no porque  esté teniendo éxito y que los convertidos den gracias a Dios  por haberlo conocido (v.15) sino porque cree. Está dispuesto a morir predicando porque es una cuestión de fe, “creí, hablé” (v.13). Lo que abre su boca es la fe más que una obligación con el Señor. Lo mismo que abría la boca de todos aquellos hermanos. Sin embargo, no dice solamente “fe” sino “espíritu” de fe; que puede ser el Espíritu de Dios o que la fe trabaja sobre su ánimo y no le permite parar de hacerlo, y lo hace con buen ánimo, sin murmuraciones y quejas.

Es la fe la que hace que “siendo pobre enriquezca a muchos” estar “derribado pero no vencido” (vv.8-12). La fe suministra un espíritu positivo y de triunfo y es la que hace que emita esas palabras: “leve” “ligera”“momentánea” “pasajera”. Su fe no hace que la realidad desaparezca sino que cambia el enfoque. Las cosas que padeció no eran ligeras ni momentáneas. Estuvo años preso, pero él las enfoca de esa manera. Su buen ánimo no depende de las condiciones ni del lugar donde se halle.

Espíritu de fe es equivalente a actitud de fe; es la actitud con la que se toman las cosas. Su fe preserva su vida síquica que  es positiva no porque sea sicológicamente optimista sino porque cree en la bondad, la sabiduría y los planes de Dios. Si se estudia su vida, esa es la razón que se halla, el hombre cree lo que predica, predica lo que cree y predica porque lo cree.

Pablo espera recompensa; ¿por qué no?, y no escatima preciosa su vida para sí mismo porque la recuperará en la resurrección. La esperanza junto a su fe. Lo que abre su boca no es la oratoria sino su fe y porque quiere hacer participante de su esperanza a los hombres, y no tiene miedo exponerse a los más terribles peligros pues si llegara a perecer, su esperanza le garantiza la resurrección de la vida, la pondrá para volverla a tomar; así que, no es sólo porque la comisión le ha sido impuesta (1Co.9:16) sino porque cree que Cristo es el Mesías, el Salvador del mundo; cree en los cielos nuevos y tierra nueva y que cada persona se presentará ante el tribunal de Cristo.

Y algo  importante, no le pesa la inversión de la vida que está haciendo porque conoce que aunque el mal trato de su cuerpo y las aflicciones de su espíritu lo van desgastando notablemente, toda esa pérdida la recuperará en la resurrección de los muertos recibiendo un cuerpo semejante al de Cristo (Flp.3:21); porque tiene sus ojos puestos en el galardón (He.11:6), en las “cosas que no son temporales” (v.18).

Nota que el envejecimiento y  esas tribulaciones no producen depresión en el apóstol sino exaltación “un eterno peso de gloria” (v.17);  va hacia arriba no hacia abajo, no mira sus arrugas, canas y flaquencia, con tristeza, sino como quien  está comprando lo que quiere (una perla de gran precio) y entrega su dinero contento. La erosión de su físico y la proximidad de la muerte no son cosas que lo humillan sino lo exaltan; un “peso” que lo eleva y lo llena de la presencia de Dios.

El apóstol afirma que en sentido interior se rejuvenece (v.16), en contraste con su desgaste externo. El hombre interior (Efe.3:16) es fortalecido, y se deleita en la ley de Dios (Ro.7:22). Va hacia la juventud no hacia la vejez. Es lo que hace poco ha llamado transformado de gloria en gloria (3:18); un poco más semejante a Cristo cada día, una transformación y rejuvenecimiento glorioso; y como lo que más le interesa es lo que no se ve, no llora al aproximarse a su vejez ni parece pensar en su posible inutilidad física, la cual no ocurrió porque sabe que Dios tiene una casa no hecha de manos, en los cielos. El secreto de la motivación misionera de este hombre, fue su fe en Dios.

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