Lutero, la Biblia y Otros Libros

    Lutero mismo elevó el texto bíblico muy por encima de las enseñanzas de los comentaristas o de los llamados Padres de la Iglesia. Esto no quiere decir que aprobaba la holgazanería. Melanchthon, amigo y colega de Lutero en Wittenberg, dijo acerca de Lutero que éste conocía la dogmática tan bien que podía en sus años mozos citar todas las páginas de Gabriel Biel (un texto sobre dogmática publicado en el año 1488), y esto de memoria. Esto no quiere decir que era negligente en el conocimiento de los Padres y de los filósofos sino más bien que revela su enorme pasión por la superioridad del texto bíblico mismo.

Lutero escribió en el año 1533, "por varios años he leído la Biblia dos veces por año. Si la Biblia fuera un gran árbol y todas sus palabras fueran pequeñas ramas, yo me he subido en todas, para ver qué hay en esa y en las otras". Oberman dice que Lutero mantuvo esta práctica por lo menos durante 10 años. La Biblia llegó a ser más importante para Lutero que todos los Padres y comentaristas. "Todo aquel que esté bien informado con respecto al texto de la Escritura, Lutero dijo en 1538, es un teólogo distinguido. Porque un pasaje o texto de la Biblia tiene más valor que los comentarios de cuatro autores".

En su Carta Abierta a la Nobleza Cristiana, Lutero explicó su preocupación: "los escritos de todos los santos padres deben leerse solamente por un tiempo para a través de ellos podamos ser conducidos a las Santas Escrituras. Lo que pasa es que los leemos solamente para ser absorbidos por ellos y nunca llegar a la Escritura. Nos pasa como los hombres que estudian las señales del tránsito pero nunca toman la carretera. Los padres deseaban por sus escritos, conducir al lector a la Escritura, pero lo que sucede es que los usamos a ellos para alejarnos de la misma, aunque la Escritura sola es nuestro campo en el cual realizamos todo nuestro trabajo y faena".

La Biblia es el campo del pastor donde él trabaja, pero Lutero se quejaba en 1539 con estas palabras "la Biblia ha sido enterrada por una multitud de comentarios, y el texto ha sido abandonado, aunque en cada rama de ese saber se encuentra suficiente información acerca del texto bíblico". Este es el testimonio de un hombre que encontró vida en las aguas frescas de la montaña y no en las depositadas en el valle. Es un asunto de vida o muerte si uno estudia el texto de la Escritura o gasta su tiempo miserablemente leyendo comentarios y otras literaturas secundarias. Mirando hacia atrás en los primeros días de sus estudios sobre la Escritura, Lutero dijo, "cuando yo era joven y leía y leía la Biblia una y otra vez, y me informaba completamente de su contenido, llegué a ser tal que podía con el dedo señalar exactamente dónde se encontraba cualquier texto que se mencionara. En este tiempo también leía los comentarios, pero llegó un momento en que los puse a un lado, porque encontré en ellos muchas cosas que mi conciencia no aprobaba, y veía que eran contrarias al texto sagrado. Siempre he pensado que es mucho mejor mirar con los ojos de uno mismo que a través de los ojos de otra gente".

Esto no quiere decir que Lutero desaprobaba y no daba lugar para la lectura de otros libros. Después de todo él escribió muchos libros, pero bien que nos aconseja que esos otros libros son secundarios, y además pocos. Estas son sus palabras "un estudiante debe leer una y otra vez a un mismo autor hasta que su contenido forme parte de su carne y de su sangre, si es que no quiere que su tiempo esté perdido. Porque una gran variedad de libros y autores lo que hacen es confundir y no enseñar. Es parecido al hombre que habita dondequiera pero no tiene un sitio fijo en particular. Hoy está aquí y mañana allá. De la misma manera que uno no puede disfrutar la compañía de todo el mundo sino de unos pocos amigos, así también tiene que ser en relación con nuestros estudios. El número de libros teológicos debe ser reducido, y la reducción debe alcanzar solamente hasta los mejores de ellos, porque la multitud de libros no lo hacen a uno más sabio ni tampoco la mucha lectura. Pero leer algo bueno, y leerlo frecuentemente, aunque sea poco lo que uno lea, es la práctica que hace a los hombres cultos en el conocimiento de la Escritura, y además de eso los vuelven piadosos"  (John Piper, The Legay of Sovereign Joy, pags., 93-95).

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