El ateísmo, una enfermedad del corazón


(comentarios sobre El Peregrino, de John Bunyan)

Andando por el camino halló otro tipo de persona. Es un personaje solitario que anda de espaldas a Sion, demostrando con ese gesto su desinterés en lo espiritual y su incredulidad; va hacia la Ciudad de Destrucción de donde había salido y se ríe, como un burlador,  de los peregrinos. Su nombre es Ateo.  Desde que se encuentra con ellos comienza a reírse de la esperanza que profesan. Les habla con espíritu de superioridad como si Cristiano y Esperanza fueran tontos.
Ahí llega.

“Poco trecho habían andado en su camino, cuando apercibieron a uno que avanzaba solo, con paso suave y al encuentro de ellos. Dijo entonces:
Crist.‑Ahí veo uno que viene a encontrarnos con sus espaldas vueltas a la ciudad de Sión.
Esper‑Sí, le veo. Estemos apercibidos por si es otro Adulador.
Habiendo llegado ya a ellos Ateo (tal era su nombre), les preguntó adónde se dirigían.
Crist.‑Al monte Sión. Entonces Ateo soltó una carcajada estrepitosa.
Crist‑‑‑¿Por qué se ríe usted?
Ateo.‑Me río al ver lo ignorantes que sois en emprender un viaje tan molesto, cuando la única recompensa segura con que podéis contar es vuestro trabajo y molestia en el viaje.
Crist.‑Pero, ¿le parece a usted que no nos recibirán allí?
Ateo.‑¿ Recibir... ? ¿Dónde? ¿Hay en este mundo ese lugar que soñáis?
Crist.‑Pero lo hay en el mundo venidero.
Ateo‑Cuando yo estaba en casa, en mi propio país, oí algo de eso que decís, y salí en su busca, y hace veinte años que lo vengo buscando, sin haberlo encontrado jamás”.

El hombre viene solo no porque no tenga  compañeros que piensan como él sino porque no cuenta  con la compañía de Dios. No fue coincidencia que se encontraran, dice Cristiano que “viene a encontrarnos”; fue él quien se acercó a ellos y por supuesto no para acompañarlos sino para negarles sus creencias, para atacarlos y exterminarles la fe desanimándolos, y hacer que se vuelvan y dejen de caminar en ese sentido. Es antirreligioso y lucha por extirpar esas ideas de quienes oiga que las tengan; y viendo aquellos dos se propuso quitarles la fe a como diera lugar. El primer ataque que les hizo fue reírse de ellos porque sabe que no hay cosa que hiera tanto como la burla y el menosprecio. Dice que “soltó una estrepitosa carcajada” como si la confesión de fe de ellos fuera un chiste que les dijeron. Después de reírse quiso humillarlos intelectualmente y los llamó ignorantes como si él fuera intelectualmente superior, y ellos unos incultos, los únicos que podrían creer en esas tonterías. Y les añadió lo molesto que les seria pasar por la vida con esas ideas, diciéndoles “la única recompensa será vuestro trabajo y molestia en el viaje”.

Pudiera ser que esas dos cosas que les señala hayan sido las que lo ayudaron a ser ateo, su incapacidad intelectual para creer en Dios y lo difícil de la vida cristiana. Probablemente mientras buscaba creer en Dios se topó con intelectuales incrédulos que les hicieron pensar que nadie que se dice culto cree en Dios. Por supuesto que eso es una mentira. El ateísmo es una enfermedad intelectual, una atrofia hecha por la arrogancia y el orgullo humanos. El asteísmo es menos filosofía que el resultado de un trauma, con su probable etiología dentro de la familia. Y por otra parte, se ríe de ellos como se rieron de él y piensa que la misma arma que le quitó  a él el interés en descubrir a Dios podría con ella hacerles lo mismo. La “molestia y trabajo” de lo cual habla pudieran ser las molestas dudas que no pudo quitarse y su trabajo para conformar su vida a la de la comunidad cristiana que visitaba y a lo que leía en el Nuevo Testamento. Como no pudo creer lo que ellos y vivir como ellos se separó y salió solo.

No se molestan siquiera cuando oyen que aquel hombre le llamó sueños a sus creencias. Y con un poco más de plática Ateo les confiesa que un día  creyó eso que ellos creen,  también salió en su búsqueda y que gran parte de su vida, “veinte años”, estuvo tratando de creer sin poder. O sea, que es un religioso frustrado. Tuvo un día aquel libro en sus manos y se aplicó a su lectura y meditación y jamás pudo adquirir fe para creer sus promesas, y se enfadó con Dios porque no le “abrió las Escrituras” como lo había hecho con otros, sintió por ellos envidia y decayó su semblante. Y mató su adoración. Entonces decidió huir de su presencia e irse a tierra de Nod, al oriente de Edén, lo más alejado que pudo de la presencia de Jehová. Desde entonces siempre marcha de espaldas a él contradiciendo a los que no les permiten olvidar que Dios existe, porque eso es lo que él quiere. Continuaron sin incrédulas molestias los dos peregrinos, platicando sobre las experiencias que ambos habían tenido en la gracia y cuánto tiempo les había tomado responder al llamamiento de Dios.


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