Danos Señor una memoria sana
Génesis 9:11-17
"Estableceré
mi pacto con vosotros, y no exterminaré ya más toda carne con aguas de diluvio,
ni habrá más diluvio para destruir la tierra. Y dijo Dios: Esta es la señal del
pacto que yo establezco entre mí y vosotros y todo ser viviente que está con
vosotros, por siglos perpetuos: Mi arco he puesto en las nubes, el cual será
por señal del pacto entre mí y la tierra. Y sucederá que cuando haga venir
nubes sobre la tierra, se dejará ver entonces mi arco en las nubes. Y me
acordaré del pacto mío, que hay entre mí y vosotros y todo ser viviente de toda
carne; y no habrá más diluvio de aguas para destruir toda carne. Estará el arco
en las nubes, y lo veré, y me acordaré del pacto perpetuo entre Dios y todo ser
viviente, con toda carne que hay sobre la tierra. Dijo, pues, Dios a Noé: Esta
es la señal del pacto que he establecido entre mí y toda carne que está sobre
la tierra”.
Especialmente
estas palabras van dirigidas al corazón de Noé y a la posteridad que se sienta
como él cuando temblando sus piernas mientras bajaba las escaleras desde el
tercer piso del arca, aterrado, para que renovara sus deseos de vivir, para que
no se suicidara. No indica que haya bajado feliz y cantando, a no ser la
promesa, porque él y su familia habían sobrevivido. Supongo que todo lo contrario.
Con ganas de no vivir tampoco.
Después
de aquel espantoso y prolongado encierro y la horrible visión, como se ve en
los vv. 20,21, desenterrando cadáveres, oliendo el hedor de la muerte por todos
lados, no había ningún rincón con aire puro. Deprimido. No sabía cómo quitarse
de su mente lo que había visto. No creo que se embriagara festejando el éxito
en la cosecha (vv.20, 21). Necesitaba un tratamiento espiritual.
Perecieron sus amigos y compañeros, mujeres, niños, vecinos, y sus
sonrisas o sus gritos estaban vivos en su memoria, y para olvidar recurrió al
alcohol, y tampoco esa fue su solución sino la maldición de sus hijos (v. 29).
Dios lo hizo olvidar y le sanó sus recuerdos y pudo vivir tres siglos y medio
más (vv. 24-27).
Algo
similar hará el Señor cuando veamos “la gran cena del Cordero” o ‘Las
Espantosas Bodas del Cordero”. No podemos pasar la eternidad recordando el
Juicio Final. ¿Cómo te sentirás en el día del juicio ante Dios y veas a tus
amigos y familiares echados en las tinieblas de afuera y llorando con lágrimas
que partirían el alma? La gran bendición del Paraíso será olvidar. No acordarse
es una bendición. En parte el infierno consiste en recordar, y no poder
quitarse la culpa que traen esos recuerdos. Sepultar en el olvido. ¡Danos Señor,
una memoria sana y nueva!
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