No vale esconderse ni huír de Dios
Génesis 3: 7-10
"7 Entonces
fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces
cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales. 8 Y oyeron
la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre
y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del
huerto. 9 Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde
estás tú? 10 Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve
miedo, porque estaba desnudo; y me escondí”.
Todo esto es una humanización
de Dios. Fíjate, lector de la Biblia, que es
inútil huir del castigo cuando uno peca. El pecado “lleva en sí castigo”
como el miedo (1 Jn. 4:18); y si no, mírale en el fondo de los ojos a los
homosexuales, los adúlteros y los fornicarios, detrás de sus sonrisas y
maquillajes. En realidad Dios no vino a Adán y Eva para castigarlos sino para
arreglarlos, pero algún castigo tendrían, mínimo, pero alguno. No viene para castigarnos sino para resolver
nuestro problema. Y si hay castigo es mínimo, con misericordia. Los castiga a
trabajar y a parir con un poco de dolor; y en vez de ejecutarlos.
El relato permite hacer una
generalización, que la principal razón
por la que huimos de Dios, la principal, es por la relación que hay entre el pecado y el sexo y como no queremos
dejar limpio de pecado el sexo, entonces huimos de Dios para que ni Dios ni
alguien nos llamen la atención. La envidia, el odio, incluso el homicidio
aunque evita el castigo humano, no hace huir de Dios, como los presos lo
atestiguan, porque Caín no huyó de Dios.
Por otro lado es inútil
el intento taparle el pecado a Dios.
En el caso de Adán, diría, “aquí detrás de este árbol”. Y salta a la vista que
hacemos lo mismo. Nos escondemos detrás de algunas hojas y ramas secas. Una
casa. Ropa bonita. Un auto nuevo. Un título. Una sonrisa. Del dinero. Huimos de
Dios porque sentimos remordimientos y
culpas carnales. Es mejor salir desnudos, no huir, no tapar nada y
exponer a Dios lo que nos hace sentirnos avergonzados, arreglar lo que haya que
arreglar, enfrentar las consecuencias y pedir misericordia al Señor, que
siempre la ofrece. Dios tapa nuestro
pecado cuando lo tapa con la piel de Jesucristo. Cuando Dios lo llamó y le
preguntó por dónde andaba, porque se puso en fuga de la iglesia, él le
respondió, "estoy aquí". Y ¿qué haces ahí?
“Escondiéndome” ¿De quién? ¿De la serpiente?
No, de ti.
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