Suficiencia y confianza en el Nuevo Testamento (II)
2Pedro 1: 17-21
“Pues
cuando él recibió de Dios Padre honra y gloria, le fue enviada desde la
magnífica gloria una voz que decía: Este es mi Hijo amado, en el cual tengo
complacencia. Y nosotros oímos esta voz enviada del cielo, cuando estábamos con
él en el monte santo. Tenemos también la palabra profética más segura, a la
cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar
oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros
corazones; entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de
interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad
humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el
Espíritu Santo”.
Ya vimos que tanto el Nuevo Testamento como el
Antiguo sus documentos son confiables y que por ser inspirados por Dios podemos
hallar en ellos la salvación, pero ahora se hace necesario que insista en
algunos aspectos (1) Que la profecía a la que Pedro se refiere que debemos
estar atentos como inspirada por Dios, actualmente es la canónica,
hállese en el Antiguo o en el Nuevo Testamento. El don de profecía concedido
por Dios a la iglesia apostólica ya cesó o mejor dicho, es el actual ministerio
de predicación de la Palabra. (2) Que la palabra “profética más segura” (v.19),
no se compara con el evangelismo sino con las leyendas y los mitos que de toda
suerte han corrido en referencia a Nuestro Señor. (3) Que ambos, A. T.y N.T.
como palabra inspirada por Dios y no por voluntad de hombre, deben ser nuestra
antorcha hasta que muramos y entremos en el amanecer de la eternidad. Pedro
mismo estaba próximo a su muerte cuando escribe esto. (4) Aunque tenemos
“también” la palabra profética, la Persona y obra de Jesucristo es el
testimonio más seguro de nuestra Salvación (vv.17, 18) ,“fue enviada desde la magnífica gloria una voz
que decía: Este es mi Hijo Amado en el cual tengo complacencia”, porque
Dios mismo, en el evento a que Pedro se refiere, dijo: “A él oíd”, y de todo lo
que Pedro vio allí, Moisés y a Elías, y lo que oyó, lo que más impresión le
produjo fue oír a Dios llamarle su Hijo Amado. Más de 30 años después.
Que la profecía que hoy tenemos como inspirada por
Dios es la que ha quedado en el canon. Sin contender, vemos que la profecía a
que Pedro se refiere y desea que sus hermanos vuelvan los ojos y le presten
atención es la que se halla en la
Escritura (v. 20), “entendiendo esto que ninguna profecía de la Escritura”.
En tiempo de Pedro estaba activo el don de profecía y los profetas eran los
fieles colaboradores de los apóstoles y sus ayudantes más próximos, “edificados
sobre el fundamento de los apóstoles y
profetas” (Efe. 2:20; 4:11). Pedro no se refiere a ellos aquí, porque la
misión de estos consistía en interpretar y aplicar las enseñanzas de los
apóstoles (1 Co.14:24, 25). Pedro es un apóstol y no necesita de ellos para
autentificar el mensaje de Jesús.
Podemos decir entonces que el mensaje de todos aquellos profetas colaboradores de los apóstoles es
el mismo que tenemos concentrado y seguro en todo el N.T., y al que se
refiere Pedro es el de los profetas del A.T., y de un modo o de otro podemos
afirmar que la profecía inspirada por Dios es la que tenemos escrita en ambos
Testamentos y que ahora puede ser lícitamente llamado “profeta” el que
interpreta y aplica el mensaje del Señor, el que en nombre de Dios con la
autoridad de la Escritura en sus labios, y su autoridad es dependiente de la
fidelidad y apego que muestra hacia ella.
No el que adivina el futuro o el pasado de
alguien. Hoy los “profetas” son los que revelan el corazón de los que los
escuchan y predicen el futuro de las almas sobre la base de las doctrinas
reveladas en las Escrituras. Si Dios concedió el don de profecía a su iglesia
cuando solamente eran 12 los apóstoles y no existía el N.T. para un mundo
ampliamente necesitado, si actualmente el N.T. ya recoge todo lo necesario para
la salvación y no necesita su autoridad ser autentificada por revelaciones
extras, si es suficiente para la edificación de la iglesia, ¿qué necesidad
habría de una asistencia extra?
Aceptar que Dios levante profetas como aquellos, ¿no
es retroceder hasta el punto inicial de la historia? Ya la iglesia está
edificada sobre la doctrina de los apóstoles y profetas, ¿para qué necesitamos
más material de edificación? ¿Harán faltas enseñanzas nuevas? La iglesia no
tiene necesidad de ellos y admitirlos es equivalente a subestimar el N.T. ¿Y no
abriría la puerta de la iglesia a hombres y mujeres arrogantes de todas las
clases para que nos pidan que tengamos como palabras de Dios sus propias
visiones, sueños, discursos, o invenciones? ¿No es eso compartir la confianza y
el respeto que tenemos al N.T. con hombres y mujeres actuales? ¿Quién asegura
que el diablo no les haya hablado? Los profetas auténticos hoy son los leales
expositores de la Biblia.
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