Los apóstoles jamás inventarían a Jesús
1Pedro 2:4,7
La posición única e insustituible de Jesús en la
religión cristiana no se la ha dado la iglesia, ni sus constructores ni
menos sus enemigos (vv.4,7), “desechada
ciertamente por los hombres mas para Dios escogida y preciosa. La piedra que
los edificadores desecharon ha venido a ser la cabeza del ángulo”. Ni
Cristo ni la historia de la salvación por la gracia es un invento de la
Iglesia; o de un grupo asombrado por sus milagros. La Iglesia no fue la que
hizo a Jesucristo, no produjo su Persona. Por parte de sus adversarios, los
contemporáneos maestros religiosos, lo desecharon hasta la muerte y por parte
de sus seguidores mismos, ya hemos sabido que eran tan débiles, insuficientes e
incultos que jamás hubieran podido crear una persona como la del Señor. La
iglesia cristiana no nace con Cristo, ella con él. Lo que hoy conocemos de él
no es lo que la Iglesia opinó, ni lo que el mundo de aquel entonces oyó decir,
sino lo que él revelaba de sí mismo. Algunas veces, muchas, mas bien ella se
tardaba en creerlo y admitirlo. El Nuevo Testamento no son las opiniones de aquellos hermanos sobre su persona,
no esculpieron a Jesús con el cincel de sus sentimientos ni lo veían como
querían verlo. ¿Es él la cabeza del ángulo de tu vida? ¿O la construyes sin él?
Si Jesús no edificare la casa en vano trabajan los que la edifican.
2. Una prueba de su valor inmenso y celestial, es que los
edificadores de la Iglesia lo
desecharon (v.7), “la piedra que los
edificadores desecharon”. Según ellos Jesús no era una pieza apropiada
para la continuación de un viejo programa religioso, según la forma de ver de
sus contemporáneos él era inadecuado, contraproducente y opuesto a la
perspectiva espiritual. Su cruz prueba que no fue una confección de su época.
Jesús edifica su Iglesia sobre la Escritura no sobre interpretaciones o gustos
humanos. El apóstol Pablo que vino después se cuidó mucho de que las
congregaciones no pusieran “otro
fundamento que el que está puesto”, y filosofías no sacaran dicho
fundamento de su lugar. Si observas las
palabras del apóstol verás que tres textos de la Escritura son citados para
probar su conexión con ella. El rechazo de Jesús es una prueba de su comisión
divina; en ese mismo lugar de desprecio humano es donde Dios lo declara su
escogido, la piedra angular de su iglesia, joya preciosa de valor insuperable.
El apóstol les cita la Escritura para que conozcan
la importancia sin límites que tendrá la fe en Cristo en el momento de la
vida eterna. Cuando el apóstol dice “el que creyere en él no será avergonzado” (v.6), pienso que se
refiere al momento final cuando tendremos que comparecer ante el tribunal de
Dios. Es una expresión que recoge los acontecimientos del juicio final. El
juicio por los pecados es una exposición de las vergüenzas humanas. Los pecados
de los hombres avergüenzan. ¡Qué delicioso es pensar en él en esos momentos,
cuando no tenemos que temer pasar un mal rato por nuestros pecados! Eso quiere
decir que no usará ningún reproche que nos avergüence, y sobre todo que no
se expondrá a la vista de nadie nuestra desnudez espiritual porque ella
está asociada a la vergüenza.
No seremos desnudados. Estaremos vestidos como
escogidos de Dios, “vestidos
del Señor Jesucristo por medio
de la fe”, “el que creyere”.
Sólo la fe, es suficiente para adquirir la encubridora justicia de Jesucristo.
No necesitas más para ser cubierto tu pecado. Quien vaya a la sala del juicio
esperando oír nuestras vergüenzas está equivocado, allí no se verá nada que
desacredite a nuestra salvación, el lino fino de sus obras nos cubrirá por
completo y la ropa de nuestra justificación será perfecta. Cam, el hijo de Noé
no podrá reírse de vernos desnudos. Cuando se salva un alma de la muerte, dice
Santiago, se “cubre multitud de
pecados”. ¡Qué vergüenza sufrirán aquellos que no estén vestidos
por Jesús! ¡Ser expuestos todo por dentro, sentimientos, pensamientos y hechos
a la luz del día y a ojos del mundo entero! ¿Has pensado en eso? ¿Y no harás
nada para ser cubierto por la justicia del Señor?
Entonces llegamos al texto donde se muestra que Jesús
es todo nuestro honor, palabra que se ha traducido “precioso”. Nuestro honor será él, ser cubiertos por él, usar la
ropa de su vida intachable, cubrirnos con sus acciones justas. El valor de
Jesús se vuelve sin límites para los que creen en él porque Pedro les dice que “es precioso” (de mucho valor; v.7).
¿Hay algo que tenga más valor que nuestra salvación? No digo que tenga algún
valor para los que no creen. De esos también el apóstol habla, pero yo no me
ocupo hoy de los que los disminuyen. Él es nuestra completa fortuna, nuestra
suerte, nuestra perla de gran precio, nuestro tesoro en vaso de barro, nuestra
herencia. Con él somos ricos, hemos sido “enriquecidos con su pobreza”, como dice Pablo, somos redimidos
por su sangre preciosa, creemos
su evangelio precioso, somos propagadores de su precioso mensaje. ¡Qué
afortunados somos con Jesús! ¡Qué pobres son los que no lo tienen! Vivimos
mejor con él que si estuviéramos en la casa de César, un día con él en sus
atrios es mejor que mil fuera de ellos.
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