Los sufrimientos no duran para siempre
1Pedro 5:
10-14
“Mas el Dios de toda gracia, que nos
llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de
tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca. A él sea la
gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén. Por conducto de
Silvano, a quien tengo por hermano fiel, os he escrito brevemente,
amonestándoos, y testificando que ésta es la verdadera gracia de Dios, en la
cual estáis. La iglesia que está en Babilonia, elegida juntamente con vosotros,
y Marcos mi hijo, os saludan. Saludaos unos a otros con ósculo de amor. Paz sea
con todos vosotros los que estáis en Jesucristo. Amén”.
Para aquellos hermanos que estaban
sujetos a tantos sufrimientos, estas palabras que siguen tuvieron que resultarles
muy dulces y consoladora (vv.10,11). El consuelo está en decirles que los sufrimientos de ellos no durarán para
siempre (v.10), "por un poco de tiempo". Pedro trata que ellos lo
comprendan, porque uno de los mayores motivos de ansiedad del que sufre es que
le parece que su mala situación nunca se va acabar. ¿No es eso lo que nos pasa
a todos que miramos los días hacia delante, y nos parecen no transcurrir y las
nubes negras del sufrimiento no tienen prisa por marcharse? Ciertamente cuando
Dios le da gracia a los hijos suyos, los padecimientos no tienen que ser tan
largos para que logren su divino propósito (Apc.2:10).
¿Cuál es el deseo y oración del
apóstol? Que pasada la aflicción de ellos
sus vidas cristianas se hallen en mejores condiciones, y para ello usa
estas palabras, "perfeccione, afirme, fortalezca y establezca".
Nosotros suponemos que una persona después de ser abatida por el sol del sufrimiento
se encontrará en condiciones que den lástima, completamente abatida y
destrozada, llena de recuerdos amargos y de traumas. Y ciertamente eso pasa a
los que sufren según el mundo porque Pablo nos informa que para ellos es de
destrucción. Pero no para los que sus padecimientos son programados por la providencia
y limitados, y los suspiros y lágrimas contadas (2Co.7:10).
Si pudiéramos hacer un dibujo de la
vida cristiana de un hijo de Dios que acaba de pasar por la gran tribulación,
¿qué veríamos? Un perfeccionamiento de su gracia, de su fe que brilla como el
oro y está depurada de cualquier confianza carnal, su paciencia ha sido
alargada de modo que ahora espera tranquilo las promesas de Dios, una firmeza y
fortaleza mucho mayor. Se nota que ahora tiene más seguridad en lo que había
aprendido, su resolución de seguir al Señor más firme, su consagración y
dedicación ya no es más intermitente, y como un estanque que durante las noches
se ha llenado de aguas subterráneas ahora es una fuente de consuelo para que
beban, porque ha sido muy consolado por Cristo.
La palabra "establecerá"
también se puede traducir "cimentará". Algunas veces tememos que
algunos hermanos nuevos en la fe no puedan asimilar lo que les está ocurriendo
y se aflojen totalmente, pero Pedro pide en oración que eso no pase sino que
queden endurecidos como un cemento, como
cimentados. Por la gracia de Dios los padecimientos no remueven los
cimientos, no sacan los fundamento y las raíces afuera, al contrario vuelven
como de concreto las bases mismas de la vida espiritual.
Dice Calvino que en algunos manuscritos
estas palabras están en el modo “ablativo” (que indica temporal y local), y que
podrían traducirse en gerundio, así como "perfeccionando, afirmando,
fortaleciendo, cimentando". Con eso indicaría que el apóstol ya está
orando para que, no al concluir los padecimientos sino delante de ellos, se
vayan operando esos cambios en la vida cristiana. Es como para que tengamos una
garantía que el cincel y el martillo que con horror sentimos que nos arranca
lascas vivas del corazón, no nos aniquilará porque es la mano de la providencia
en nuestra perfección, que el mazo que siempre golpea la cabeza de la estaca y
la hunde en la tierra no la quebrará sino que la hará más capaz de sujetar el
tabernáculo de Dios, para que el viento que furioso sopla sobre sus cortinas no
lo desarmará. El árbol plantado junto a las corrientes del rio de la vida no
tiene hojas que se caigan, no hay viento furioso que pueda desarraigarlo como a
otros otoñales, ni una ni dos veces (Jud.1:12). Si alguna rama se parte no será más que una
rama inútil, y todo eso porque se halla supervisado por la gracia divina.
No sé si él v.11 conectarlo con lo
anterior o es una cláusula separada pero sí veo que el apóstol tiene el gran
deseo de que Dios reciba toda la gloria y el dominio del mundo, eternamente.
¿No es ese también nuestro deseo, que ventura y desventura, en salud o
enfermedad, en pobreza y en riqueza, en honra y deshonra, en la quietud y la
tempestad, en la vida y en la muerte, Dios sea glorificado y se reconozca su
dominio? ¡Que nuestra iglesia, más que en ningún otro lugar se vea esto!
Ahora miremos lo que debemos aprender de los saludos finales
(vv.12-14). (1) que Pedro no quiere que duden ni tengan vacilaciones, si se
halla uno en la verdadera fe o doctrina (v.12). Teniendo tantas fatigas y
hostilidades podrían ser tentados a decir entre ellos mismos "¿estaremos
realmente creyendo lo que agrada Dios y todo esto nos sobreviene?". Pedro
les dice que esa es la verdadera gracia de Dios y que aunque realmente no
puedan medir si algo es correcto o falso por la aprobación o desaprobación del
mundo, ellos están en la verdad. (2) fíjese hasta que remotos lugares llegó el apóstol con su evangelio (v. 13),
"Babilonia" (Hch.2: 9), "medos, partos, elamitas y los que
habitamos en Mesopotamia". Contrario a como algunos piensan, Babilonia
estaba poblada en tiempos apostólicos.
No se trata, sin que se pueda poner en
duda, de un lenguaje simbólico para llamar a Roma. Realmente que aquellos
apóstoles eran evangelistas y misioneros. ¿Qué pasa que las congregaciones de
hoy tienen tan pocos misioneros y no se les habla siquiera a los que tienen en
la puerta de la casa? (3) La maravilla de la gracia y los propósitos de Dios. La ciudad de Babilonia, aceptando la
discusión de que se trata literalmente de esa región, para los judíos era
recuerdo de tristeza, opresión y corrupción, donde estuvieron 70 años cautivos.
Los judíos antiguos contaban que dichosos aquellos que estrellaran sus niños
contra las piedras. Sin embargo ahora allí había una iglesia, escogida por
gracia. ¿No es una maravilla y que envíe saludos a sus hermanos del mundo
entero? Cuando los lugares menos probables para ver resplandecer la gloria de
Dios, vemos cómo nace y crece una congregación no podemos sino honrar y
magnificar su plan de salvación y bendecir su eterna elección. Juan Marcos, ya
conocemos que fue el compañero de Pedro, y de quien aprendió el evangelio que
hoy lleva su nombre.
Dios bendiga estos estudios y hagamos
al final, después de la oración local, lo que el apóstol manda, que nos
saludemos unos a otros con un ósculo de amor. Paz sea con todos vosotros los
que estáis en Jesucristo. Amén
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