María Magdalena ¿una dama de la alta sociedad?
Juan 20:11-18
(Mr.
16:9-11)
“11 Pero María estaba
fuera llorando junto al sepulcro; y mientras lloraba, se inclinó para mirar
dentro del sepulcro; 12 y vio a dos ángeles con vestiduras
blancas, que estaban sentados el uno a la cabecera, y el otro a los pies, donde
el cuerpo de Jesús había sido puesto. 13 Y le dijeron: Mujer,
¿por qué lloras? Les dijo: Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le
han puesto. 14 Cuando había dicho esto, se volvió, y vio a
Jesús que estaba allí; mas no sabía que era Jesús. 15 Jesús le
dijo: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensando que era el
hortelano, le dijo: Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo
lo llevaré. 16 Jesús le dijo: ¡María! Volviéndose ella, le
dijo: ¡Raboni! (que quiere decir, Maestro). 17 Jesús le dijo:
No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; mas ve a mis hermanos, y
diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios. 18 Fue
entonces María Magdalena para dar a los discípulos las nuevas de que había
visto al Señor, y que él le había dicho estas cosas”.
Primero que todo veamos algunas aclaraciones sobre pequeñeces.
Los críticos bíblicos, los que escudriñan los evangelios se deleitan en
supuestas contradicciones en cuanto a los relatos. Que en vez de los ángeles
los que ella vio, fue uno. Que se hallaban en el portal de la tumba, o en dos
extremos. Esas son nimiedades. En lo
posible me parece que la explicación correcta es que en efecto ella vio dos,
pero uno le dirigió la palabra y el otro se quedó callado. De todos modos la
esencia del relato no sufre de ninguna inseguridad: Jesús no estaba en la
tumba, estaba vacía, y había ángeles allí, sea uno o sea un regimiento.
Volverse incrédulo y desechar estos
sagrados escritos como inspirados por Dios, es una bobería, y para los tales
tengo poca paciencia como interlocutor. Estos dos espíritus distribuidos de
esta forma hacen recordar los querubines que fueron esculpidos sobre el arca
del pacto, uno en cada extremo de ella. Y la tumba de Jesús es esa arca sagrada
donde se vertió la vida de nuestro Redentor para el perdón de pecados de todos
nosotros. Estos dos ángeles no están absortos como aquellas dos esculturas
mirando el propiciatorio, sino que están sentados, en actitud de reposo y
triunfo, o más bien en una actitud de espera paciente, la venida de los
testigos del acontecimiento y el mensaje que tendrían para ellos.
En esta segunda parte quizás podamos ver destellos de quien era María Magdalena.
Me parece una mujer de distinción y educada a quien Jesús sanó uno a uno de
siete males (Luc. 8:2,3). Está incluida en el grupo de mujeres con rango y
distinción, que ayudaban económicamente a Jesús, incluyendo a Juana esposa de
un intendente de Herodes. Si así fuera, se trata de una mujer honorable, de
sensibilidad, y profundamente agradecida a Jesús, atraída principalmente por el
ministerio didáctico de Jesús.
También es notable la forma respetuosa
y elegante con la cual se dirige al hortelano. No le dice que él lo ha hecho
desaparecer sino que si lo ha trasladado a un lugar permanente, que por favor
le diga dónde se encuentra y ella asumiría la responsabilidad. Por eso es que
dice "yo lo llevaré", lo cual confirma que tenía recursos, amigos o
siervos, para el traslado y podría encontrar un lugar donde sepultarlo. Es
decir se ofrece para asumir la responsabilidad de todo el funeral de Jesús,
costeando lo que costara.
Por su llanto uno supone que amaba al
Señor, y puede comprobarlo si la escuchara llamarle a él "raboni",
que en caldeo o sirio quiere decir "mi Maestro"; no simplemente
maestro o Rabí. Es algo similar a "mi Jesús" "mi Señor".
Por eso me parece que su relación favorita con Jesús consistía en escuchar y
aprender el evangelio. En las palabras con las cuales se dirige al hortelano
hay destellos, claro que mínimos, pero ciertos de lo que he dicho. En el
momento de este relato no alcanza a reconocer a Jesús y lo confunde con el
hombre encargado del huerto. Posiblemente porque Jesús después de su
resurrección cambiaba de forma, borrando todos sus rastros, y por otra parte
ella tenía irritados sus ojos y con lágrimas.
Así que María Magdalena debiera ser
conocida no solamente como una mujer llorona, que no lo era, porque sus motivos
tenía, sino también como una dama de la
alta sociedad y testigo fiable de su relato sobre la resurrección de su Maestro. Ella es ejemplo admirable para los que en la
aristocracia viven dominados por muchos demonios, y como pudieran abandonar a
esos espíritus impuros. Comenzando con el ministerio de Jesús y el de los apóstoles,
se lee que aunque se estaba alcanzando primero a los que no eran nobles (1 Co.
1:26), pronto las doctrinas del cristianismo también llegaron a los excelentísimos como Teófilo (Luc. 1:3),
y a esta dama de Magdala.
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