La vida loca
Lucas 15:11-16
“11 También dijo: Un hombre tenía dos hijos; 12 y el menor de
ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde; y
les repartió los bienes. 13 No muchos días después, juntándolo todo
el hijo menor, se fue lejos a una provincia apartada; y allí desperdició sus
bienes viviendo perdidamente. 14 Y cuando todo lo hubo malgastado,
vino una gran hambre en aquella provincia, y comenzó a faltarle. 15
Y fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual le envió a
su hacienda para que apacentase cerdos. 16 Y deseaba llenar su
vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba”.
Esta es una las parábolas más largas y bellas que
creó Jesús, la conocida como "el hijo pródigo", es decir un hijo
derrochador que se acercó a su padre para que le diera por adelantado lo que en
su testamento escribiera, una tercera parte de las propiedades de la familia,
que ya él, cansado del lugar no
soportaba más y prefería marcharse con todo y vivir su vida a su gusto y estilo.
El padre no se sintió ofendido y en vez de negarle lo que pensaba dejarle
cuando muriera se lo dio vivo y lo despidió, aunque nunca lo olvidó. El joven
contento y cargando sus burros, y llenos sus bolsillos, se fue silbando feliz
de la vida y lo que ella le deparaba en el futuro. Ya había puesto el dedo en
el mapa hacia donde quería ir y cuál sería la región preferida para hacer todo
lo que quisiera y con quienes quisiera sin las interferencias y mortificaciones
de consejos paternos. Y para allá se fue a una lejana provincia.
Y como con dinero y ganas de divertirse se consiguen
fácilmente amigos, no tardó mucho en tenerlos y que le ayudaran a gastarlo y
hacerle pasar buenos ratos, con vino y sexo. El chico no hizo alguna inversión
sino que se dedicó a complacerse a sí mismo de la forma que más le gustara; y
donde se saca y no se echa, se acaba y eso fue lo que le ocurrió; poco a poco
se le fue yendo el dinero y los placeres, los más exquisitos, sublimes y bajos.
Con la desaparición de satisfacciones también los
que derrochaban a su lado se fueron marchando hasta que no quedó ninguno, y se
vio sin dinero y sin empleo, con menos de dieciocho años y sin estudios terminados,
sin profesión, y sin poder conseguir un trabajo bien remunerado porque no sabía
hacer nada sino gastar. No le quedó otro remedio que pedir un empleo opuesto a
las creencias religiosas que había aprendido en su familia, alimentando cerdos,
al oír que comían mejor que él.
Y sentado en el piso y con el estómago vacío miraba
a los empleados llevando las cubetas llenas de algarrobas, y con la mano
extendida como un mendigo les suplicaba algunas, sin que le hicieran caso; y dejándola caer se lamentaba de la vida loca que había derrochado y cuánto no daría
si pudiera darle marcha atrás al reloj.
Que linda parábola! Me siento totalmente identificada.
ResponderEliminarSaludos Pastor!
Saludos Viviana, hace poco visité tu blog y te hallé muy ocupada con una traducción. Sigues siendo de bendición donde vayas. Gracias por tener mi libro en tu blog.
ResponderEliminarDe nada, gracias a Ud. por todo. Esto de la traducción la tengo un poco en stand by, porque no me alcanza mucho el tiempo para todo lo que hago. Pero ya la retomaré, con el favor de Dios.
ResponderEliminarSaludos chilensis!
Ya aprendí una palabra nueva “chilensis” que supongo quiere decir chilenos, desde bien lejos, un grandioso país. ¿Qué problemas hay con los estudiantes y la educación?
ResponderEliminarDios ha sido bueno dándote una amplia experiencia con la gracia, el perdón, es decir una vida que se ajuste perfectamente a la sola gracia y lo que se llama calvinismo. Supongo. Tu mirada hacia el futuro es más bonita que la mirada hacia el pasado. Dios te bendiga y a tus niños y familia entera.