Dios no se dibuja con pincel arminiano
Lucas 15:17-21
“17 Y volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos
jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de
hambre! 18 Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he
pecado contra el cielo y contra ti. 19 Ya no soy digno de ser
llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros. 20 Y levantándose, vino a su
padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia,
y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó. 21 Y el hijo le
dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser
llamado tu hijo”.
No creas que en la gráfica expresión “volviendo en
sí” el Señor lo despierta de un desmayo sino que un día entró en razón y volvió
a estar en sus cabales, y dejó su locura y empezó a repensar en lo que hizo. El
joven se hallaba en un callejón sin salida y lo único que podría hacer es dar
marcha atrás, volverse sobre sus pasos y aparecerse a la casa de su padre.
Todas las puertas se les habían cerrado menos esa, la que abrió para irse.
Con un poco de equilibrio mental decidió poner punto
final a su vida loca, aunque mirada no le quedaba nada y no tenía cómo ni con
qué seguir divirtiéndose. El hambre fue una buena consejera y el estómago vacío
le hizo pensar en su abandonado hogar donde cualquiera de inferior posición
comía y bebía mil veces mejor que él.
Aunque la motivación de su arrepentimiento, el
hambre, no tiene virtud espiritual en su forma, enseña que como oración de confesión que estuvo completa, “he pecado
contra Dios (el cielo) y le ruego que me perdone, y he pecado contra ti y
también te pido perdón”; además reconociendo que no se había comportado con la
dignidad que se esperaba de un hijo de tal padre y educado con tales enseñanzas.
Por eso le dice "ya no soy digno de ser llamado tu hijo", pidiéndole
al padre que no lo tenga como tal, cuando él no ha tenido en cuenta la
formación que le dio, y usando su derecho natural de hijo reclamó sin pudor una
herencia anticipada y vuelve en bancarrota, sin poder ocultar su colapso
económico y moral al pedir un reingreso a la familia, y pedirle la sombra de su
techo y un bocado, como empleado.
Jesús como Hijo conoce el corazón de Dios que es
todo amor, y expresa sus sentimientos para los
publicanos y pecadores, representados en la maltrecha y equivocada vida del
hijo pródigo. El padre lo espera, el padre es el que corre hacia él, lo abraza
y lo besa, no porque Jesús lo esté
dibujando con un pincel arminiano como un Dios que sin moverse de su
estancia espera que las circunstancias conduzcan a los pecadores a un reflexivo
arrepentimiento, y hasta que no se hallan cerca y tienen formada en su corazón
una confesión, él no sale a su encuentro y los recibe.
Si así fuera y el pródigo siente el querer y el
hacer por su propia voluntad, y formula su oración y confesión sin que un solo
rayo de gracia lo haya alumbrado, porque Dios está en pasiva espera, sería
difícil afirmar que la salvación pertenece a Jehová, que Dios es el que busca
al pecador primero, y todo el concepto teológico de gracia hallado en él Nuevo
Testamento. Esta parábola está confeccionada con el propósito de indicarles a
los publicanos, pecadores y rameras, la disposición de Dios para recibirlos,
que pueden ir delante de los fariseos, a quienes retrata en el hijo mayor, en
el reino de los cielos (Mt. 21:31).
En resumen, Jesús les dice a esos que han
vivido lejos de Dios, que él les pasaría por alto toda ingratitud, alejamiento,
disipación y corrupción, y hasta recibiría de ellos un arrepentimiento circunstancial
con tal que a la confesión de pecados le acompañen decididos pasos de renuncia
a vivir perdidamente y una disposición a ser admitidos como siervos y siervas
en cualquier cosa que haga falta hacer en la casa, sin insinuar en la bella
alegoría algún orden de salvación.
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