De rodillas lo abrazaron
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Mateo 28:9
“Y ellas, acercándose, abrazaron sus
pies y le adoraron”.
Parece que esta era una forma común de adoración de
ellas. Después de resucitado quisieron retenerlo como antes para adorarlo como
costumbre pero no se dejó (Jn.20:17), con la excepción y con propósito distinto
se lo permitió a Tomás (Jn.20:27). No pudieron contener la dicha que las
embargaba y lo abrazaron y le adoraron expresándole de rodillas el mucho afecto
que le tenían. Le abrazaron como un hermano, un amigo querido, un maestro
afectuoso, consecuente con el trato que ellas habían tenido, una relación
humana, intensa. Y además lo adoraron como superior, por su triunfo sobre la
muerte, como al Señor. ¡Qué tristes habían salido y qué
contentas ahora están! Dice que le abrazaron y le adoraron. Miren qué
combinación. ¿Hay una más importante que la otra? No. Es que en esencia forman
parte de lo mismo. El abrazo representa los afectos que sienten y la adoración
es el acto de postrarse; el primero representa el calor humano, las emociones,
la dicha, el afecto natural. Tanto el uno como la otra expresan los mismos
sentimientos de amor, humanos, filiares y religiosos.
Son inseparables. ¿Por qué habrá que
separarlos si son tan bellos unidos en una sola cosa? Quítale, hermano, la
humanidad a tu adoración y ¿qué te queda? ¿Puedes adorar bien si no se expresan
tus sentimientos humanos? Imagina por ejemplo, un himno muy bien cantado sin
una gota de emoción, de afecto, sin que vibre el corazón, sin una sonrisa en el
rostro o sin una lágrima en la pupila; ¿tiene algo eso que ver con la
adoración? Seguro que no. La adoración debe expresar los más profundos
sentimientos humanos: amor fraternal, gratitud, expectación, nostalgia,
alegría, tristeza. Al expresar todo eso y más es que verdaderamente adoramos.
Nuestro arrepentimiento, lamentos, remordimientos, pecados, triunfos, fracasos,
decepciones, frustraciones, consuelos, dudas, debilidades, tentaciones; y
vuelvo a decirlo, eso y mucho más suele estar magníficamente presente en
nuestra adoración.
Y eso es lo que espera el Señor, la
entrega de un corazón así completo, sin arreglar, como es, con todo lo que
tiene dentro, para que sea suyo y haga su obra como le guste. Sí, amado,
aquellas hermanas le adoraron con un abrazo. Donde esté presente el amor
y se exprese hay culto, hay adoración. ¿Por qué separar lo humano y lo sagrado
si son inseparables? ¿No se nos dice que comamos y bebamos y cualquiera otra
cosa para la gloria de Dios? (1Co.10: 31); la vida humana toda, hablar, pensar,
actuar, caminar, conducir, estudiar, cocer alimentos, curar enfermos, arar la
tierra, sembrar la semilla, dibujar planos, cualquiera otra cosa, intrascendente
o no, vivir, es para la gloria de Dios y es en sí, si estamos en Cristo, un
culto precioso y divino. Jesús aceptó el abrazo junto con la
reverencia en la adoración; es muy seguro que cuando ponemos todos nuestros
afectos en la adoración, él la acepta (Jn.20:17,27); por eso nos llamó
"hermanos" "amigos" y afirmó que éramos su familia. ¿Qué
más necesitamos saber para relacionarnos como familia a él, para llenar nuestra
adoración de esos sentimientos fraternales, filiares, humanos, que está
esperando que mezclemos con la oración, con el himno, con el estudio y la
meditación y con la más apasionada predicación del evangelio? Amén.
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