Alma Mater, el nihilismo, Nietzsch, Tocqueville, Rosseau y otros dioses


1 CRÓNICAS 28:22, 23
“Ofreció sacrificios a los dioses de Damasco que le habían derrotado, y dijo: Pues que los dioses de los reyes de Siria les ayudan”.
 
Acaz se equivocó en el análisis de su situación y como no la juzgó espiritualmente, la decisión que tomó para solucionarla fue desastrosa, tanto para él mismo como para su pueblo. Pensó que porque los sirios le habían derrotado había sido por la capacidad superior de sus dioses sobre Jehová; y no era así, los dioses no le habían ganado, sino que “Jehová los entregó en manos de los sirios”. Dios no les había fallado, ellos le habían fallado a Dios. Satanás se había apoderado de ellos porque ellos se habían alejado del Señor. Ningún dios en el universo, si lo hubiera, es superior a nuestro Único Dios. Pero Acaz no lo pensó así, se dirigió a los dioses de los damascenos y abandonó completamente al Dios de la historia, para su ruina y para Israel.
Las victorias que el mundo tiene sobre la iglesia no se deben a que pueda vencer nuestra fe, sino que por causa de nuestro pecado es que la fe no vence el mundo. ¿No se te parece este proceder al que tienen los que van en busca de una mejor teología, que según ellos han derrotado y tiene mejor éxito que la ortodoxia tradicional? Piensan que la iglesia cristiana ha sido derrotada por el marxismo social y hay que replantear la teología con una escatología social y una conversión a la lucha de clases y no a Cristo como Salvador; el pecado es redefinido como un mal social que nos aparta de Dios pero que las obras socialmente justas son las obras de la redención. La sangre de Cristo tiene muy poco uso en esa forma de hacer teología y el tercer cielo es bajado hasta la tierra y la mansedumbre de Jesús cambiada por la violencia de las bayonetas. Las guerrillas toman las posiciones de la gracia y el hombre nuevo no es una obra del Espíritu Santo sino del empuje humano. Esos dioses han habitado en el otrora Berlín Oriental, en Moscú y en Damasco. Desde que derrumbaron unos muros infamantes en Alemania andan huyendo y se han refugiado en reductos del Asia y del Lejano Oriente, y en los sueños anacrónicos de personajes del Tercer Mundo.
También parecen haber derrotado la antigua Ortodoxia los dioses del darwinismo que fueron importados por los del Norte y hace casi medio siglo han ido bajando al continente americano revestidos con el contundente atuendo bélico de Hegel; y su teoría evolucionista se ha apoderado del Alma Mater enseñando a los estudiantes el nihilismo y los principios todos de Nietzsch, conectados a la vida práctica, política y moral por un tal Tocqueville que se sentó a los pies de Rosseau.  Y todos esos dioses son venerados más en sus palabras que los evangelios y el epistolario del Espíritu.
¿No saben que el triunfo de ellos no ha sido porque hayan podido, a la inversa de lo que pasó en la era apostólica, llevar cautivo a Cristo al pensamiento de ellos, sino por nuestros pecados? Si de nuevo la Palabra de Dios ocupara su lugar en la iglesia y el pueblo clamara a Dios, no nos sentiríamos derrotados, pero nuestra desgracia nos ha sobrevenido porque nuestro Dios no ha sido verdaderamente nuestro Dios, le llamamos Señor y no hacemos lo que él nos manda (Mal. 1:6-10; Mt. 7:21). Enmendemos nuestras obras, cambiemos nuestra forma de ser, y el liberalismo, la superstición, la idolatría oriental, las filosofías del Este y el pragmatismo de Occidente dejarán de tener prosélitos que los sigan. La raíz de todos los problemas teológicos del cristianismo es la falta de santidad y dedicación a Dios de la iglesia.

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