Cuidado con las mujercillas atractivas
2 Timoteo 3:6-7
“Porque estos son los que
se meten en las casas y llevan cautivas a las mujercillas cargadas de pecados,
arrastradas por diversas concupiscencias. Estas siempre están aprendiendo y
nunca llegan al conocimiento de la verdad”.
El contexto menciona aquellos que profesan
piedad pero carecen de ella. Si miras anteriormente podrás quedar sorprendido
de que tales personas no regeneradas (impetuosos, blasfemos, calumniadores,
implacables, infatuados), hayan podido cubrir tan bien esas cosas con el manto
de la piedad. Pero lo logran, porque aprenden a ser perfectos artistas y hacen
de la religión un negocio lucrativo.
Una común costumbre de los
pastores falsos con los verdaderos es que son visitadores. Como el dinero no va a ellos,
ellos van donde está el dinero, y así se complacen en ser maestros ambulantes,
evangelistas, misioneros, predicadores; hábiles visitadores, dado que
van a las casas, pues dice que “estos
son los que se meten en las casas” (v.6). La visitación por las casas es
algo bueno, practicado por la iglesia primitiva (Hch. 5:42), Pablo no dice nada
en contra; pero sí lo hace contra el propósito
con que entran “se meten” (endunontej ,endúnontes),
que significa meterse escurridizamente, subrepticiamente, arrastrándose
como una serpiente (serpenteando), gateando como un león hambriento. Ellos tienen
un hambre terrible de almas.
El Señor mandó que al llegar a una ciudad, sus
discípulos se informasen de quién en ella fuera digno, que posaran y predicaran
dentro de esa casa. Si ves todo el texto (Mt. 10:11-14), podrás notar que todas
las averiguaciones que hacen, los informes que recaban, la llegada, el saludo,
la presentación de los motivos, es digno. No hay ningún indicio que
subrepticiamente se estén metiendo dentro de la casa. Las palabras del
Señor indican un método digno del misionero de modo que abre la posibilidad
del rechazo; cuando sabido el motivo de la llegada de un extraño, se opongan. Pero así no obran los
proselitistas indignos, sino que les abren un poquito la puerta, y tratan de
meterse por la rendija. Jesús dijo que si no los recibían, sacudieran sus pies
y no volvieran más por allí. Pero los proselitistas interesados más en lo
material que en lo espiritual, anuncian, según ellos la salvación, de una forma
sagaz. De estos habló Pablo en otro sitio (Tito 1:11 “que trastornan casas enteras”;
y en Judas 4 “porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los
que desde antes habían sido destinados para esta condenación…”.
El resultado que vendrá con la visita religiosa de un hombre
inconverso es una tragedia. El
peligro de un falso maestro religioso, vestido de piedad, es enorme; tanto por
la herejía que enseña, la cual es mortal para el alma, como por el peligro que
trae con su relación personal. Peligro para la ama de casa, peligro para
las hijas, peligro para las criadas que se sientan en torno a él para oír sus
lecciones. Un hombre inconverso es más amador de los deleites que de Dios (v. 4), y resulta funesto. Las casas
de la iglesia tienen que ser protegidas; las hermanas no abrirle la puerta a
nadie que no sea genuinamente piadoso, no permitirle la instrucción y la
confianza, aunque ponga cara de santo. Pablo dice que las cautivan. No viene
para hacer más fuerte el hogar sino más débil, y la familia con el tiempo
maldecirá el día en que le permitió aquella relación.
En ese trabajo “pastoral”
estos individuos sin vocación divina conocen mujeres con las cuales pecan, no son las mejores
mujeres de la iglesia (o de donde sea), sino que Pablo las nombra como mujercillas
y luego dice que están “cargadas de pecados”.
No les llama “mujeres”, sino que usa un diminutivo porque son menos mujeres
que otras. (La NVI la traduce como “mujeres débiles”). No porque lo sean por la
estatura sino que lo son por el alma, por la virtud, por la moral. El pecado
reduce, achica. ¿Son más mujeres las que hacen eso? No, son menos. La santidad
es la que hace a un hombre tal, y a una mujer tal. A las grandes mujeres de
Dios, aquellas que viven con temor y temblor por su salvación, a las que son
verdaderamente espirituales y no carnales, a ellas, estos no engañan. No se enamoran
de ellos y a la más pequeña insinuación rompen toda relación con él y lo
despiden como líder espiritual.
“Cargadas de pecados”, está en participio perfecto,
pasivo. No en futuro. No es que ellas se carguen de pecados con esos maestros
sino que ya lo están cuando los conocen; y como no se han arrepentido de sus
inmundicias suelen dejarse cautivar por ellos. No es que las corrompan sino que
ya lo están, y de eso se aprovechan. Estas mujeres bautizadas en la iglesia
cristiana y activas son de tentación para los hermanos y en especial para el
pastor, que nadie tendría como extraño que la visite o le dedique mucho tiempo
en consejería. Si la visita debiera hacerlo con su esposa.
Fíjate que llama mujercilla a una pequeña mujer dominada
por su concupiscencia, pues dice que son “arrastradas por diversas concupiscencias”. Eso es precisamente lo
que los encanta, las concupiscencias de ellas que son diversas (o de
muchos colores como dice: poikilais), atractivas, bellas. Mujeres
sexualmente muy atractivas que engatusan con su aparente piedad. Son las
embellecidas concupiscencias que tienen, las que hacen que nazcan recíprocamente
afectos entre ambos, un ministro de Dios o un falso maestro.
Ojo, que parecen ángeles, aparentan ser discípulas;
y no se puede negar que aprenden y esto entusiasmaría al ministro joven como
Timoteo; pero en tal caso, esas señoras no
se convierten. El aprendizaje que alcanzan es carnal, aprenden según la
carne a Cristo y no espiritualmente (2 Co. 5:16). Recuerdan los
estudios, mencionan los sermones, piden oración al ministro, están dispuestas
para todo, y lo engañan haciendo que piense que es más útil para su ministerio
que su esposa. Tales mujercitas si se les examina podrían obtener un diploma
con el máximo de puntuación, pero en piedad cristiana cero. No llegan a ser espirituales.
Son religiosas pero no son convertidas. Esa aparente mezcla de Virgen María y
Rahab la prostituta, las hacen peligrosísimas.
Siguen siendo sensuales,
esclavas de concupiscencias distintas. Aprenden mucho pero no aprenden la
verdad. Saben la verdad, pero no conocen la verdad porque no disciernen
el cuerpo de Cristo (1Co. 11.29). No se alcanza el conocimiento de la
verdad sino hasta que se practique porque la verdad es según la
piedad (Tito 1:1) y la piedad es según la verdad. No practican la piedad
porque no han conocido la verdad y no han conocido la verdad porque no viven
cristianamente.
La mujer que se convierte a Cristo es completamente
distinta, se convierte en espíritu, adquiere una relación espiritual con él más que intelectual; su aprendizaje lo lleva en su corazón y es la sustancia
misma de su existencia. A estas otras, ministro de Dios, no las visites, no las
aconsejes sean solteras, o casadas con problemas en el matrimonio. No seas
consejero de ellas. Cuéntale a Dios el peligro que corres, él ya lo sabe, y
hazle caso a las protestas de tu esposa
sobre esa “amistad”, que son de Dios para tu bien, no para tu mal. El diablo
siempre estará tratando de cambiarte la mujer que Dios te dio, engañándote,
haciendo que creas que hay otras mejores, que te equivocaste al elegir, y las
que te oferta son esas que el apóstol menciona a su amigo, mujercillas.
Que fuerte el comentario, aunque me siento un poco identificada ... Que triste!
ResponderEliminarSaludos :)
Viviana, esas cosas “fuertes” que has leído son además “terribles y diabólicas”, y las he visto pasar en el ministerio y en la iglesia, y ambos destruirse. Son cosas “tristes” que hacen llorar a muchos en la tierra y en el cielo. No obstante si crees que algún párrafo puedo suavizarlo podría yo escribirlo de una forma más lenitiva. No me hace feliz entristecer a nadie que ya es salvo y bendito.
ResponderEliminarTú no tienes que identificarte con ese contenido porque eres una nueva criatura. Si alguien más me dice que lo puso triste, puede que lo quite. La alegría de mis hermanos y hermanas es la fortaleza en el Señor.
Nooo, no lo quite. Es que me puse triste al haber sido tan inmadura al principio y haber venido con una carga tan grande de pecado que no podía ver claramente. Andaba aun tras las pasiones desordenadas y lo he pagado muy caro. Me pone triste no haber sido mas "obediente" a la Palabra en esa época, me hubiera evitado muchos sinsabores.
ResponderEliminarPero ya pasó, y aprendí de lo errores. Y ahora mortifico mi carne con gusto, porque sé que hay una bendición en la obediencia.
Gracias pastor por sus entradas, no todas tienen que ser suavecitas. El consejo de Dios debe predicarse entero.
Saludos!
Viviana, me parece que no serías como hoy eres si no tuvieras ese telón de fondo que no te gusta y no quieres ni recordar. El único que puede enderezar lo torcido y sacar de lo malo el bien, y encaminarlo todo para nuestro provecho, lo ha hecho contigo, Dios. Según pasen los años, y pueden ser muchos, le darás gracias al Señor por tu historia, y ella, ahora mismo, te pone palabras en tu boca y computadora, que consuela y edifica a otros, que no podrías jamás decirlas ni escribirlas si no las hubieras visto y oído, o vivido.
ResponderEliminarPablo tenía su aguijón en la carne y Dios no se lo quitó para que no se convirtiera en un arrogante por lo mucho que iba recibiendo, hasta subir más alto que nadie.
No valía que orara por ser distinto, allí seguía encajado en su materia carnal, un diablo molesto.
Gracias por sus palabras de ánimo :)
ResponderEliminarQue Dios lo bendiga junto a su familia.
De nada, y gracias por bendecirnos.
ResponderEliminar