Caminando y suspendiendo la ley de gravedad
Salmo 148:8
“El viento de tempestad que ejecuta su palabra”.
¿Son los ciclones, huracanes, tropicales
tempestades, nada más que ciegos fenómenos naturales producidos por cambios
atmosféricos? Los meteorólogos nos dicen solo cómo se producen. Sí, el
aire caliente, la intensa humedad, las presiones, propician la salida de
vientos y el comienzo del fenómeno. Las temperaturas frías lo detienen y lo
matan. Esas son algunas condiciones,
pero ¿por qué? Ese es el procedimiento natural, las leyes. ¿Por qué existen
esas leyes, por qué unas veces se juntan esas condiciones y otras no? ¿Siguen
las tempestades un curso caprichoso y errático? ¿No sorprenden, a veces, con
cambios bruscos, a los meteorólogos y no se ajustan a ningún modelo?
Jesús no negó desde antiguo que por observación del
cielo se puedan hacer predicciones, cuando mencionó los pronósticos del tiempo
sobre la base de los arreboles del cielo (Mt. 16:2,3); y eso que en sus días no
se conocía mucho sobre los movimientos del viento, ni se sabía de dónde venía
ni a dónde iba (Jn. 3:8), pero hoy con el avance de la tecnología se puede de
este asunto para más o menos saber, como dijo Salomón, qué sentido tienen los
giros del viento.
Es la misma idea del Salmo 147:15-19, por la palabra
del Señor tienen lugar todos esos fenómenos conocidos. No es una explicación que se le dé por
ignorancia de las leyes que rigen las tormentas, las nevadas y la lluvia; más
bien por el v.6 se da cuenta que hay una ley pero que es dada por Dios:
“Le puso ley que no será quebrantada”. Eso es distinto a la cosmología pagana
que adjudica los fenómenos naturales a dioses, donde ellos los operan sobre la
base de sus propios caprichos o intereses volitivos. No, el Dios de la
revelación opera el mundo con leyes y eso falta dentro de las invenciones
religiosas de los humanos. Los adoradores de Jehová no excluyen sus leyes sino
que él ejerce su voluntad por medio de ellas. El viento y la tempestad ejecutan
su palabra.
Lo que está claro es que el Legislador se halla por
encima de las leyes que creó. Jesús caminó sobre las aguas neutralizando la gravitación, como si fuera “un mar de vidrio”, y
ordenó como a un personaje, a los vientos que se callaran y la tormenta cesó.
Cristo es esa palabra (Jn. 1:1-18) por medio de la cual el mundo fue hecho. De
sí mismo hizo la luz. Si observas el prólogo del evangelio de Juan verás que la
palabra que crea la luz física es la misma que crea la luz espiritual, el
conocimiento de Dios. No se puede distinguir fácilmente cuando Juan está
hablando de la luz del universo o de la luz de la revelación; “…aquella luz
verdadera que alumbra a todo hombre, venía a este mundo, en el mundo estaba y
el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció. A Dios nadie le vio
jamás; el unigénito Hijo que está en el seno del Padre, él le ha dado a
conocer”.
La vida y los hechos de Jesús son pruebas
fehacientes de que Dios hizo el mundo, que lo hizo por medio de él y que
continúa gobernándolo por medio de su palabra. Sus leyes admiten su
intervención, son expresiones de su voluntad; ellas solas no gobiernan el
mundo con voluntad impersonal, sino que obedecen las intenciones y deseos de la
Deidad. Esa es una razón por la cual hallamos en la teología paulina al Hijo
mencionado cuando se refiere a Dios como Creador. Debemos reflexionar
seriamente sobre la palabra que nos es dicha en la Biblia porque quien la
inspiró es el mismo que por ella hizo el cielo y la tierra y que murió para
purificar nuestros pecados (He. 1:1-3). El cielo y la tierra pasarán pero sus
palabras no pasarán.
Mire con moderna admiración, la del siglo XXI, a Jesús andar
sobre los párrafos de la ley de gravedad y poner los pies justo donde puso los números
en forma matemática, y dejó que la ecuación sumara cero y no se tragara alguna
parte de su cuerpo más allá de la tensión superficial, activando con su mismo
peso la fuerza de empuje hacia arriba, del agua, y anduviera, por el viento
flotando sus cabellos, hasta que le dijo con un dedo frente a sus labios, “¡shiii,
no hagas más ruido”.
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