Si has empezado a reformar tu vida
2 Reyes 18:28-37
“No escuchéis a Ezequías, porque
así dice el rey de Asiria: Haced conmigo paz, y salid a mí, y coma cada uno de
su vid y de su higuera, y beba cada uno las aguas de su pozo, hasta que yo
venga y os lleve a una tierra como la vuestra, tierra de grano y de vino,
tierra de pan y de viñas, tierra de olivas, de aceite, y de miel; y viviréis, y
no moriréis. No oigáis a Ezequías, porque os engaña cuando dice: Jehová nos
librará”.
“Y
viviréis y no moriréis”. El diablo daría muchas monedas de oro si pudiera hacer
volver a su cautividad a los que han emprendido reformas espirituales.
Senaquerib, el Rabsaces asirio, encarnan la persona diabólica; y el trato que
quieren dar a Judá es el mismo que Satanás intenta dar a los que tienen la
osadía de emprender reformas espirituales y arreglarse con su Dios. Como hijos
de Dios tenemos que aprender del diablo, no para tener su nombre siempre en
nuestros labios ni para acusarlo de muchas faltas cuyos responsables directos
somos nosotros, sino para no ignorar sus maquinaciones y estar preparados para
enfrentarlo. Ezequías es un representante de todos los cristianos fieles pero inmaduros
que piensan que al diablo se le hacen concesiones y por eso envió todo aquel
oro, aun el de la casa de Dios, al rey asirio, con el propósito que abandonara
las posesiones que le había robado (vv.13-16); si sigues leyendo verás que no
dio ningún resultado porque este hombre hambriento de riquezas no se conformaba
con lo que él le diera si reservaba algo para sí.
El
diablo lo quiere todo y no se conforma con el dinero o con un “lugar” sino con
todo. Asecha como león rugiente hasta devorar, no con una sola mordida o
con algún fragmento del cuerpo. Empieza con una parte y sigue hasta llevarse la
vida, roba el presente y avanza hacia el futuro. No hagas concesiones al
diablo, mantén con él una posición radical. Nota que esas concesiones
comenzaron con una infundada conciencia de culpa (v.14). Si no puede
hacer que peques, por lo menos que imagines que lo has hecho, que lo que te
sobreviene es porque Dios te lo envía (v.25), de esa forma te entregas a las
circunstancias y no luchas contra ellas.
En
medio de esa crisis le dice: “Renuncia a tu fe en Dios, tengo un futuro mejor
para ti, déjame dirigir tu vida, tendrás todo lo que quieras” (vv.31, 32). Si
te niegas, entonces usa amenazas, te hace pensar que las cosas te irán
peor (v.27) y para ello trata de cumplir sus deseos mostrándote sus trofeos,
aquellos que no han podido hacerle resistencia y han acabado en sus brazos (vv.33-35),
los que han apostatado. Amado Señor, ¿qué vida podré vivir fuera de Jerusalén?
Si pierdo mi libertad nada me queda. El diablo no cumple sus promesas y aunque
lo hiciera nunca serán mejores que las tuyas, nunca podrá ser un amo como tú.
“Oh
Dios, aunque me hable con lengua de cristiano (vv.26-28) me seguiré apoyando en
ti, no me dejaré mover de donde estoy ni entregaré las buenas cosas que he
hecho en mi reforma contigo, lo que
quiere es reconquistarme. Mi vida no será tan desgraciada como me dice
porque no caeré en sus manos. No me cambiará mi futuro, el Señor no me
abandonará ahora que he empezado a reformar mi vida porque nunca como
ahora me hallo tan limpio”.
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