No Holloween, sino Lutero y las indulgencias para perdones
El 31 octubre aquí en Norte
América la gente celebra el día de Halloween, no como debiera porque es el
glorioso día del comienzo de la Reforma de la iglesia en el siglo XVI. Para
celebrar con acción de gracias esa fecha, para la gloria de Dios y honor de
Martín Lutero, he copiado algunas páginas de la excelente biografía escrita por
Roland H. Bainton.
“Como sacerdote de su iglesia,
Lutero era el responsable del bienestar de su rebaño. En cuanto a las
indulgencias para perdón de pecados, Roma no era el único lugar en el cual
tales favores estaban disponibles, porque todos los papas delegaron a muchas
iglesias de la cristiandad, el privilegio para repartir indulgencias,
incluyendo la iglesia donde Lutero era el pastor, en Wittenberg. El día fijado
para la proclamación de esas indulgencias fue el 1 noviembre, día de Todos los
Santos, cuyos méritos proveían para la iglesia la extensión de indulgencias, y el
beneficio de las reliquias de todos ellos que estaban a disposición. Federico
el Sabio, el elector de Sajonia, el príncipe de Lutero, un hombre de una
sincera y simple piedad que había dedicado toda su vida a que Wittenberg fuera
como la Roma de Alemania en cuanto a las reliquias de los santos se refiere, tenía
una colección de reliquias tan grandes que sumaban 5005 partículas de santos y
que prendidas a cada una se encontraba una indulgencia de modo tal que la suma
de todas esas indulgencias podrían reducir la estadía en el purgatorio en unos
1443 años. Eso esperaba.
“La colección que tenía Federico
incluía un diente de San Jerónimo, de San Crisóstomo cuatro pedacitos, de San
Bernardo seis trocitos y de San Agustín cuatro. De Nuestra Señora cuatro
cabellos, tres piezas de su manto, cuatro de su cinto, y siete del velo
manchado con la sangre del mismo Cristo. Las reliquias de Cristo incluían un pedazo
de sus sudario, 13 de su cuna, un jirón de paja, una pieza de oro traída por
los Reyes Magos y tres de mirra, una porción de la barba de Jesús, uno de los
clavos sacados de su mano, un trozo de pan del que se usó en la Santa Cena, un
pedazo de la piedra desde donde Jesús subió al cielo, y una de las ramas de la
zarza que Moisés vio que no se consumía con el fuego. En el año 1520 la colección
había alcanzado la cifra de 19,013 huesos de santos. Aquellos que pudieran ver
estas reliquias en el día designado y contribuir con algún dinero podrían
recibir del Papa indulgencias para la reducción de su estadía en el purgatorio,
ya fuera para el que las comprara o para otros, hasta una extensión de 1,900,202
años y 270 días. Éstos fueron los tesoros que estaban disponibles en el día de
Todos los Santos.
“Tres veces durante sus
sermones en el año 1516 Lutero habló críticamente sobre estas indulgencias. El
tercero fue contra Halloween, o la tarde de Todos los Santos. La venta de
indulgencias en tiempos de Lutero no solamente se usaba para distribuir los
méritos entre los que pudieran comprarlas, sino también para levantar fondos
con algún propósito. Era algo así como el bingo el siglo XVI. La práctica brotó
desde las cruzadas. Se les extendían indulgencias a aquellos que lucharon
contra los infieles, y también a los que contribuyeron para los que iban a
luchar en la Tierra Santa. La práctica de la venta de indulgencias se iba
extendiendo para todas las cosas incluyendo la reparación de iglesias
monasterios y hospitales. Federico el Sabio estaba usando la venta de
indulgencias para reconstruir un puente sobre el río Elba. Este hombre,
Federico el Sabio, evitó que el Papa pudiera introducir la venta de
indulgencias en Wittenberg, pero se las arreglaron para venderlas afuera de su
territorio y la gente se llegaba hasta allá para comprarlas. De esta manera su
santidad el Papa León X recogía el dinero que necesitaba para la reparación de
la catedral de San Pedro.
“La proclamación de estas
indulgencias fue confiada a un dominico llamado Tetzel. Este hombre fue
acompañado por algunos dignatarios de la ciudad y llegando hasta la plaza del
mercado colocaron una gran cruz y allí predicaron de esta manera:
"Escuchen, ahora Dios y
San Pedro los llama. Consideren la salvación de sus almas y las de aquellos que
ustedes aman y ya han partido de este mundo. Ustedes sacerdotes, ustedes
nobles, ustedes mercantes, ustedes dirigentes, ustedes señoras, ustedes
jóvenes, ustedes ancianos, entren ahora a la iglesia, la cual es la iglesia de
San Pedro. Visiten el lugar más santo donde se erige la cruz que ahora se
encuentra delante de ustedes. Si ustedes cooperan en este momento delante de la
cruz, delante de la iglesia, considerando que se encuentran en muchos peligros
y tentaciones en este mundo y que pronto pudieran salir de él, y no han hecho
nada por sus almas, considerando todo eso, y sintiéndose contritos y
humillados, hagan la contribución necesaria para completar la remisión de los
pecados suyos y los de sus familiares. Oigan las voces de los muertos, de
familiares y amigos en el purgatorio rogándoles y diciéndoles "por favor,
tengan piedad de nosotros por favor, nos encontramos en tormentos de los cuales
ustedes si quieren pueden sacarnos". Abran sus oídos, escuchen al padre
diciéndole al hijo que lo saque del purgatorio, la madre diciéndole que a la
hija que la redima de los tormentos del purgatorio, "yo te llevé mis
entrañas, te di de mamar, te crié, te dejé mi herencia, y ahora tú eres una
persona cruel y dura que no es capaz ni siquiera de hacer un pequeño sacrificio
para sacarme de donde estoy. ¿Me dejarás aquí sufriendo por la eternidad en
estas llamas? ¿Me retardarás el día en
que yo pueda salir de aquí e ir a la gloria?”.
“Recuerden que ustedes tienen
la oportunidad y el medio para sacarlos a ellos de donde se encuentran, porque tan pronto la moneda toque el fondo de este
cofre el alma de tu ser querido saldrá del purgatorio".
(Bainton, Martín Lutero, Aquí Estoy; páginas 53-61).
Dios levante hombres y
mujeres como Martin Lutero para volver a la pureza de vida y doctrina de este y
otros reformadores que le siguieron.
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