Si no puedes servir a Dios, eres viejo
Josué 13: 1“Siendo Josué ya viejo,
entrado en años, Jehová le dijo: Tú eres ya viejo, de edad avanzada, y queda
aún mucha tierra por poseer”.
Dios sabe cuándo
su siervo es viejo. Le dijo tú eres ya viejo. Tenía unos 100
años. Dios sabe cuando hemos llegado a viejos porque nos ha visto ponernos
viejos, dejar atrás la juventud, pasar la madurez y llegar a viejos. Y
¿cómo lo sabe? Porque nos ve viejos. Sabe el número de nuestros cabellos
porque están todos contados (Mt. 10: 30), y los que se pusieron blancos, “no
podéis poner blanco o negro ni un solo cabello” (Mt. 5: 36). A Dios no podemos
correrle la fecha de nuestro nacimiento, y los años que hemos vivido y cómo los
hemos vivido.
Si él nos declara
viejos es que somos viejos y debemos admitir que lo somos cuando miramos
nuestro rostro y cuerpo con los sinceros ojos de Dios, nuestras canas, arrugas
y manchas puestas delante de un espejo que no miente; y las fotografías tampoco
mienten, nos vamos dando cuenta que Dios tiene razón, hemos envejecido. Si Dios
te dice “tú eres ya viejo”, tienes que reconocer que sí, que tiene razón, que
ya eres viejo y no pretender que eres joven con menos años fingiendo
ridículamente juventud con tantas evidencias que desmienten esas pretensiones,
y que malamente las ocultan las cirugías, los tintes y las joyas, y ¿para qué
si Dios mira como hermosura tu vejez (Pro. 20: 29); y aunque eres viejo
estás coronado con nietos y honra? (Pro. 17:6).
No obstante nota cuándo
le llama viejo, no cuando ha cumplido muchos años sino cuando no puede
realizar los planes de Dios. Hasta ese momento Josué no se sentía viejo, no
se miraba viejo porque tenía fuerzas para hacer lo mismo que años atrás. Hasta
el momento en que Dios no te diga que no puedes servirlo de igual manera no te
sientas viejo. Para Dios no son los cumpleaños los que indican el
envejecimiento sino las fuerzas. Puedes haber cumplido pocos años y para Dios
ser un viejo inútil porque no puede hacer nada contigo. Josué vivió unos diez
años más y no se levantó otro como él entre los posibles jóvenes sustitutos.
Quien nos pone viejos no son los años sino Dios. ¿Me consuelo, eh?
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