¡Ay de ti Hollywood que hasta el cielo eres levantada!



En ella se oye hablar de violencia y destrucción; continuamente hay enfermedad y heridas en mi presencia. Corrígete, oh Jerusalén, no sea que mi alma se aparte de ti; no sea que yo te convierta en desolación
(Jer.6:6-8).

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Si queremos que la sociedad permanezca no podemos echar a Dios de su seno ni sacar cobardemente las iglesias de ella. Tomemos consejo con aquellas sociedades y naciones que fueron exterminadas por el Señor. Él le advierte a su pueblo que si se pone igual que ellas correrán la misma extinción (Lev.20:22,23; 2Re.17:8). Si no hay palabra de Dios que contenga la maldad ésta se desbordará y al llegar a su colmo será exterminada (Ge.15:16).

Jerusalén, Corazín, Betsaida, Miami, Los Angeles, San Francisco y Nueva York, detengan la violencia, el vicio y el crimen, recojan las armas, limpien de corrupción el cuerpo policial, ordenen a los magistrados que busquen a los culpables y que los pongan detrás de las rejas, permitan que el evangelio de paz inunde las escuelas, publiquen con su ejemplo la restauración del altar familiar, que la religión prenda de nuevo por su valor en el corazón de la familia.

Reformen los tribunales, cambien sus jueces, castiguen a los abogados explotadores y mentirosos, capturen a los ladrones, recojan sus huellas, fíchenlos y deténganlos, envíenlos a la cárcel, curen las enfermedades morales de la población, dicten leyes morales, cierren las clínicas de abortos y suspéndale la licencia de doctor al que haga alguno clandestino, y reformen las leyes que autorizan la venta de pornografía y permiten a homosexuales adoptar bebés. Aunque tengan que reducir la libertad, es preferible para que recuperen la salud bíblica.

No importa que sea una nación o una ciudad, el juicio de Dios la alcanzará si desprecia los medios de gracia (Mt.11:21-23). ¡Ay de ti Capernaum, Corazín, Betsaida; San Francisco y Hollywood que hasta el cielo son levantadas por el celuloide, hasta el infierno bajarán si tienen la desgracia de tener iglesias que sólo piensan en crecer en número, convertir sus templos en luctuosos nichos donde son sepultadas, humanizando la sociedad pero éticamente desarraigadas o contaminadas por ella, donde se alegran sin sana doctrina, imaginando cambiar el mundo con cánticos hedonistas y sonrisas bobas, en feliz destierro, y donde no hay muchos cristianos que nos envíen saludos desde la casa de César!

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