Quizás populares pero livianos


“Sus profetas son livianos, hombres prevaricadores; sus sacerdotes contaminaron el santuario, falsearon la ley” (Sofonías 3: 4).

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Quiere decir que son como “globos”, burbujas de aire, señores sin importancia. Y su falta de importancia, yendo desde afuera hacia dentro, se debe a la ausencia de santidad porque contaminaron el santuario. El Nuevo Testamento enseña sobre “el peso del pecado que nos asedia” y lleva abajo y hunde. Sin embargo en realidad si al pecador se pesa en balanza como dice el profeta Daniel, es hallado falto, es vanidad, menos que nada (Sal.62:9).

El peso de la gracia, la verdad, la fe, la sana doctrina, es distinto, sube y exalta, encumbra. Lo que realmente tiene peso es la gloria de Dios, porque Pablo la describe como sintiendo un eterno peso de gloria (2Co. 4: 17).

Estos sacerdotes y profetas no tenían ningún peso espiritual, ningún peso social y no dejarían ninguna perdurable huella en la historia. Eran pompas de jabón y globos llenos de aire. No edificaban con material sólido sino con paja, heno y hojarasca. No podían genuinamente hablar de mensajes de Dios porque la palabra profecía en hebreo significa carga. No podían decir nada de peso porque no eran santos y contaminaban el santuario con sus sacrificios ilegales. Gente sin importancia.

La palabra falsearon significa hacer violencia a la ley divina, o sea adulterar la leche espiritual por la cual los hombres crecen para salvación. Obligan los textos de la ley para que coincidan con las opiniones de ellos o de las gentes. Torturan los textos hasta que les sacan confesiones que de otro modo no dirían. La palabra también significa desechar maltratar o violar la ley. Lo que necesitan es un regreso a la honesta exégesis bíblica de donde sacarían los maravillosos temas de sus predicaciones que ayudarían a formar las grandes vidas cristianas que trascenderían con mucho las sombras de esta época.

El evangelio puro es lo que hace el ministerio relevante. Si el evangelio es relevante los ministros también son relevantes. La irrelevancia de muchos ministros hoy es porque sus predicaciones son irrelevantes, y son irrelevantes porque son intrascendentes, porque no son profundamente bíblicas y porque tratan de sanar la llaga de la sociedad con liviandad (Jer. 6:14; 8:11); se limitan a entretenerlos, a prestarles ayuda sicológica para que vivan mejor esta vida presente pero que tiene poco que ver con la piedad y la venidera, para la cual es la mayor parte de las promesas.

Los hacen reír o se sacuden la falta de importancia realizando obras sociales, que sin duda son buenas pero no transcienden las fronteras del humanismo. Los grandes temas acerca del pecado, la expiación, justificación, infierno, fe y arrepentimiento no los tratan porque son asuntos impopulares, de mal gusto y espantan la audiencia. Por lo tanto no son ministros importantes en la sociedad, quizás populares, pero livianos.

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