ÉXITO, AMOR, FELICIDAD, SEXTA PARTE


                                   Casado sí, fornicario no
                                          RUT 3: 1-5
“Úngete, ponte tu mejor vestido y acuéstate a sus pies” (a su lado).
¿Qué tal? No mires a Noemí asombrado; lo que estaba tratando era que Rut hiciera un matrimonio correcto y que el hombre que ella seleccionara redimiera sus posesiones. Si Rut lo amaba a él como él a ella, el matrimonio no era por dinero, pero sí debía incluir su solvencia económica (v.9). Booz era rico y Rut una viuda pobre y extranjera, con sólo dos dotes: su juventud y sus virtudes (v. 11); en cambio, él era rico y ella sabía que le agradaba. Noemí hizo el plan. Y corrió el riesgo que el varón la considerara una mujercilla ligera y la aborreciera como indigna de ser su compañera. Un experimento, como dice Clarke, que no debe ser imitado. Cualquiera que sea la benévola explicación, costumbre oriental y no occidental, quizás Noemí leyó el carácter, la edad y la historia de Booz y sabía que él entendería que la proposición no era una entrega sensual sino una transacción hereditaria, una oferta para redimir en buenos términos una propiedad abandonada. Y así lo entendió el caballero y no la tocó. O sea, que lo que Noemí tuvo en su mente fue la posición económica que tendría Rut, esposa de uno de los dueños de un terreno que había que sacar de su hipoteca por medio del pariente más cercano que lo quisiera hacer, pero que junto con la propiedad tenía que llevarse también la viuda por mujer. Noemí pensó en eso. No en eso solamente porque le dijo que se vistiera elegantemente de modo que ni los mismos compañeros de trabajo la podrían reconocer.
Y ¿por qué no lo invitó a casa y hablaron del asunto como dos negociantes? Si ella desestimó ese método fue porque quería que Rut le demostrara que se casaba con él no sólo para vivir bien, sino que como hombre le gustaba y ninguna señal mejor que poniendo a disposición de él su honor. Es decir que no iban del negocio al amor sino del amor al contrato y él podría estar seguro de que no se casaba con un socio sino con una mujer. Y el buen hombre no la tocó porque temía a Dios y una relación de fornicación, amante, no estaba dentro de su consideración como hombre. Casado sí, fornicario no.

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