Son bellas, más que las cristianas
“Vieron los hijos de Dios vieron que las
hijas de los hombres eran hermosas, y tomaron para sí mujeres de entre todas
las que les gustaba Es un pecado muy grande la
contaminación matrimonial de la raza santa. Deja que los hijos del mundo se
casen entre ellos y los jóvenes creyentes con hijas de Dios. Dice Gill lo
siguiente:
“Según escritores árabes después de
la muerte de Adán la familia de Set se separó de la de Caín. Set tomó a sus
hijos y esposa y se instaló en una alta montaña (Monte Hermón) en la cumbre
donde su padre Adán había sido sepultado, y Caín y todos sus hijos vivieron en
el valle debajo donde Abel fue muerto. Set sobre la montaña obtuvo un prestigio
de santidad y pureza, y se hallaban tan cercanos a los ángeles que podían
escucharlos y unirse en alabanzas con ellos y por esa razón él y sus hijos
recibieron el nombre de “hijos de Dios”. Su padre Set y los otros patriarcas
les habían dicho que no descendieran y se juntaran con los habitantes del valle
con los hijos de Caín. Algunos de ellos desobedecieron y bajaron y tomaron
mujeres y después les siguieron otros atraídos por la belleza de ellas.
Dicen
algunos autores judíos que siendo los cainitas más numerosos y poderosos que
ellos sólo le permitieron casarse con sus mujeres, agradando la carne sin tener
en cuenta el carácter moral y civil de ellas, sin el consentimiento de sus
padres y sin consultar a Dios cometiendo así fornicación a lo cual aquellas
mujeres tenían adicción además del baile y las canciones mundanas, y esos
fueron los atractivos que hicieron que aquellos jóvenes dejaran el monte santo
y descendieran a tomarlas”. Como si dijeran entre ellos, “son bellas, más que las cristianas”; "en la forma en que nos miran, los ojos nos hipnotizan, la sonrisa nos llena de encanto, y el hablar tan cerca de nuestro rostro es una insinuación insoportable y seductora, no pudimos frenarnos y las tocamos, rompiendo todos los pactos hechos con Dios". El NT, concretamente Pablo, dice “no os unáis
en yugo desigual con los incrédulos”, y con las inconversas (2 Co. 6:14-18). Ese yugo pesa mucho y se
lamenta toda la vida haber fantaseado que algún dia ellos se harían cristianos.
No es cierto que fueran más bellas, sino más sensuales y exóticas, voluptuosas, y llenaron más
los ojos de los hijos de Dios que sus hermanas en la fe.
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