Para recibir bendición no hay que hacer trampas

 GÉNESIS 27:30-38
“Y aconteció, luego que Isaac acabó de bendecir a Jacob, y apenas había salido Jacob de delante de Isaac su padre, que Esaú su hermano volvió de cazar. E hizo él también guisados, y trajo a su padre, y le dijo: Levántese mi padre, y coma de la caza de su hijo, para que me bendiga. Entonces Isaac su padre le dijo: ¿Quién eres tú? Y él le dijo: Yo soy tu hijo, tu primogénito, Esaú. Y se estremeció Isaac grandemente, y dijo: ¿Quién es el que vino aquí, que trajo caza, y me dio, y comí de todo antes que tú vinieses? Yo le bendije, y será bendito. Cuando Esaú oyó las palabras de su padre, clamó con una muy grande y muy amarga exclamación, y le dijo: Bendíceme también a mí, padre mío. Y él dijo: Vino tu hermano con engaño, y tomó tu bendición. Y Esaú respondió: Bien llamaron su nombre Jacob, pues ya me ha suplantado dos veces: se apoderó de mi primogenitura, y he aquí ahora ha tomado mi bendición. Y dijo:¿No has guardado bendición para mí?  Isaac respondió y dijo a Esaú: He aquí yo le he puesto por señor tuyo, y le he dado por siervos a todos sus hermanos; de trigo y de vino le he provisto; ¿qué, pues, te haré a ti ahora, hijo mío? Y Esaú respondió a su padre: ¿No tienes más que una sola bendición, padre mío? Bendíceme también a mí, padre mío. Y alzó Esaú su voz, y lloró”.

Es difícil no simpatizar con Esaú por lo que le hicieron su madre y su hermano. Sé que es un “profano” (He.12:16); pero fue una víctima de la confabulación de su madre y su hermano. Ella lo traicionó. Fue ella quien urdió ese plan de mentiras para que él perdiera su futuro, su destino, el éxito en este mundo. Tenía razón para luego odiar a su propia madre por lo que ella le hizo para favorecer a su hermano menor. ¿Quién puede oírle clamar con amargura, postrarse de rodillas ante su anciano padre pidiéndole alguna otra bendición, y sollozar con lágrimas en los ojos sintiéndose robado y engañado y no inclinarse a su lado, poner la mano en su hombro y tratar de consolarlo? (vv.37,38). El Señor había dicho que el mayor serviría al menor pero no hacía falta tanta mentira, él podía bendecirlo sin que ella lo ayudara, como pasó con Efraín y Manasés (Ge.48:14). 

Dios tiene modos inimaginables para nosotros para cumplir su llamamiento y propósito conforme a la elección. ¿Quién podría reconocer como válida una bendición tomada por medios tan impropios? El propósito de este relato no será justificar la bendición de Israel sobre Edom porque en él, Esaú sale más bien aprobado que desaprobado, es más virtuoso que su hermano. Esa bendición vino sobre Jacob, pero no porque allí Isaac lo haya bendecido sino porque el Señor así lo había querido (Ro.9:9-16). Aunque conozcamos nuestra elección ese no es el modo de hacerla “firme”. Debilita nuestra elección, por decirlo así, cuando con engaños queremos quitar a otros para ponernos nosotros.


Dios lo bendijo, pero después; merecían él y su madre una buena exhortación, por haber hecho aquella trampa. Dios nos bendice porque quiere bendecirnos, pero no queremos dejar la bendición en sus manos. Rebeca le hizo daño a Esaú, un daño muy grande, para toda su vida. Era una mujer mentirosa y dura, no se conmovió con las lágrimas de Esaú, y después de todo continúa actuando serenamente y desprende a Jacob de su lado con un consejo. David fue llamado por Dios para ser rey, fue ungido rey y pasaron más de 20 años, sin empujar a Saúl, hasta que se sentó donde él estaba sentado. Un contraste con Rebeca. Aunque le fuera dado por Dios ese puesto. Amado, defendamos nuestra bendición, no juguemos con ella ni la comercialicemos como hizo Esaú porque si la perdemos no la obtendremos, aunque la busquemos con amargura y lágrimas.

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