No vivas mordiéndote las uñas
2 SAMUEL 10:
12
“Esforcémonos
por nuestro pueblo, por las ciudades de nuestro Dios y haga Jehová lo que bien
le parezca”.
Me parece bien eso que dijo, cuando uno no sabe lo que Dios va a
hacer su deber es esforzarse y hacer lo mejor; si somos derrotados no tenemos
porqué culparnos y moriremos tranquilos; si no nos esforzamos ya la derrota
está hecha. El texto no enseña que uno se esfuerce y ponga su trabajo en las
manos de Dios y con todo sea derrotado. Si te esfuerzas y obras lo mejor que
puedes, todo te saldrá bien. Tienes que convencerte que éste es un
procedimiento de fe. La “decisión de la suerte es de Jehová” (Prov.16:33). Si
uno persevera tocando puertas, alguna se abrirá, aunque muchas permanezcan
cerradas. Este hombre diría eso para estar tranquilo él y transmitir tranquilidad
y fe a su ejército. Podría esa noche dormirla toda, si tardaba la batalla.
Dios
hará lo que él quiera, con mucho de nuestro esfuerzo o con un poco menos.
Digamos, "haga Dios lo que quiera, me apoye o no, nos dé el
triunfo o perdamos muchos hombres, nos acompañe el éxito ahora o venga después.
Este es su pueblo y lo que quiera hacer con él lo veremos, si acompaña mi
vocación y llamamiento o se retira de mi lado. Lucharé resignado a su voluntad
y me conformaré si salgo vivo de la contienda, o muerto".
No
debemos vivir como mordiéndonos las uñas,
devorados por el gusanillo de la inquietud y si mi Jefe cree que es mejor para
mí que yo pierda, y eso es sabio y le glorifica, le daré las gracias por mi derrota,
destitución, infamia y muerte. Quien me condecora es Dios. Por lo que a mí
respecta no me hallarán sus enemigos sentado en una silla o durmiendo en una
cama sino vestido con el pectoral de la fe, contendiendo por la salvación y con
la espada del Espíritu en la mano, que es su Palabra, la cual él sabe que yo sé
usar, y se rufián yo sé que es cobarde, tiembla y huye porque le tiene miedo,
le horroriza la predicación bíblica (Efe.6:10-17). Entonces digo, de acuerdo a
mi experiencia en combate y a los galones que me condecoran,
“someteos,
pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros” “echando toda vuestra
ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros. Sed sobrios, y velad;
porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor
buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los
mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo” (Sgo.
4: 7; 1 Pe. 5: 9).
A
mí sólo no me han herido sus infernales balas de juego, conozco héroes con
muchas cicatrices y quemaduras, que suspiran al recordar esos malos ratos
cuando lloraron solos. Yo quiero leer sus diarios y biografías. Y las compro.
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