Engañarse bien no es tener fe
Mateo 9:21
"Y
la mujer fue salva desde aquella hora".
O
sana, como una mejor traducción. Es muy raro que el Señor halle fe en alguna
parte y no la honre, aunque no sea pura. La fe de esta mujer es genuina, como
se lee, pero con impurezas; ¿qué es eso de prescribir el modo de sanarse?;
porque ella había dicho que si tocaba su manto se sanaría. Su fe es genuina
porque la puso en Jesús, pero estaba un poco distante de su centro. No hubiera
hecho falta que tocase algo de su persona para ser sanada; como el centurión y
otros, con su Palabra bastaba. Fue un toque supersticioso con un pensamiento
psicológico positivo, “si lo toco me sano, si lo toco me sano”. Fue una
invención suya y no alguna sugerencia del Espíritu porque ella era la que a sí
misma se decía que si tocaba el manto se sanaría. ¿No había muchos que le
oprimían echándose sobre él? El Espíritu no impulsa a nadie a depender de algo
más que de la fe misma.
El
proceso de creer es interno y no precisa de semejante apoyo como poniéndole un
punto límite, una barrera a la obtención de su deseo. Cuando dentro del corazón
se usan esos apoyos externos, disminuyen la fe desde un discernimiento
espiritual de Cristo hasta un capricho hecho firme por un procedimiento
repetitivo o psicológico. Engañarse bien no es tener fe y pudiera culminar con
un fiasco. Hubiera hecho mejor que repetirse continuamente que si tocaba su
ropa se sanaba, dar la vuelta y frente a sus ojos caer de rodillas y plantearle
su necesidad; por cualquier razón queremos quitarle algo a Cristo sin tener que
comprometernos con El, entrar en su discipulado por la espalda y quedarnos
escondidos y no darle ni servicio ni honra (Luc.8:47).
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