Las mujeres no son ceros a la izquierda
Mateo 15:38
“Sin
contar las mujeres y los niños”.

A
los apóstoles que les estorben los muchachos que me los den a mí que yo los
toco y les doy ósculos santos. A veces mi pequeña nieta Zoe de diez meses (ya
tiene seis años), me interrumpe el estudio caminando por el templo como si
estuviera en su casa, y yo la amenazo con el puño, mientras ella me mira
a los ojos y ve que es mentira.
Las
mujeres y los niños suelen ser a veces los medios usados por Dios para atraer a
Cristo a los hombres de la familia. Esos prejuicios que las mujeres y los niños
no cuentan tienen que ser quitados en las iglesias que siguen a Pablo que las
usaba como diaconisas, remuneradas si eran viudas, y ayudadoras en casas de
enfermos, en cárceles y visitación. Eran perfectos ángeles femeninos.
El
mismo apóstol que dijo que se callaran en la congregación tenía a Evodia y a
Síntique como colaboradoras; a Priscila que expuso su cuello por él sin reparar
en el suyo. Pablo hablaba con admiración de la fe de Loida y Eunice. Y ni qué
decir de lo agradecido que estaba con muchas como Trifena, Trifosa, Julia, la
amada Pérsida y Olimpas. El evangelio entró a
Europa, además del carcelero, por una mujer llamada Lidia que tenía su negocio
antes de bautizarse y después de hacerlo. Las mujeres y los niños cuentan
en la iglesia y no son ceros a la izquierda, del punto.
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