Arrastrados a la iglesia
Mateo 13:47,48
"El
reino de los cielos es semejante una red, que echada en el mar, recoge de toda
clase de peces".
Aquí el reino de los cielos se refiere al fin del siglo y
además a la predicación del evangelio y a la iglesia. La predicación del
evangelio es como una red de pensamientos y palabras que el predicador
arroja sobre un grupo de personas con el propósito de “dragarlas” (eso
significa la palabra) hacia Cristo; son ideas hiladas y tejidas de modo
que pueda atrapar peces y ser arrastrada hacia la iglesia donde se quedarán los
que son del Señor. Ese es el medio que agradó a Dios utilizar para salvar a los
pecadores (1Co.1:18, 21). Estos son los que el Señor llama por su gracia y lo
entienden y ya no pueden jamás desentenderse del mismo. Se sienten
atrapados, si quisieran salirse los hilos de la red, tejida con hilos de
verdades indisputables, no se los permiten. Dios toma muy en serio el asunto de
la perseverancia de los santos. No les quita los ojos de encima. Sin embargo, no
todos los que el evangelio arrastra hacia la iglesia son utilizables como lo enseñan los pescadores,
algunos no lo son, y usando franqueza pastoral, mientras más pronto regresen
a su ambiente marino, mejor para los que seguimos en la canoa. Yo procuraré no
llorar por ellos cuando se salgan de la cesta y dejen la embarcación. Dios sabe
cómo y cuándo tirarlos. Y volveré a tirar la red e iré mirando con emoción las
bendiciones de los nuevos, brillantes y alegres pececillos que me preguntan en
el idioma de Jerusalén la de arriba, “¿qué debo hacer para ser salvo?”. “¿Qué
impide que yo sea bautizado?”. Y todos los peces levantan las manos, o sea las
aletas, aprobando que lo sumerjan en las aguas de Jesús, por donde pasan los
que son arrastrados por la gracia.
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