Que tengan tu vida como un héroe de novela o de un cuento corto
"Cuando
el rey oyó el asunto, le pesó en gran manera, y resolvió librar a Daniel; y
hasta la puesta del sol trabajó para librarle. Luego el rey se fue a su
palacio, y se acostó ayuno; ni instrumentos de música fueron traídos delante de
él, y se le fue el sueño. El rey, pues se levantó de mañana
y fue apresuradamente al foso de los leones y acencandose al foso llamo
a voces a Daniel con voz triste y le dijo: Daniel, siervo del Dios
viviente, el Dios tuyo a quien tu continuamente sirves ¿te ha podido librar de los leones?".
Se ve que por los continuos servicios que Daniel
prestó a los babilonios, medos y persas, Darío sentía admiración hacia él y le
afectaba profundamente su pérdida (v. 14). Tenía un testimonio maravilloso ante
sus ojos y apreciaba su vida. Cuando uno lee esta historia le parece que está
leyendo una novela o una leyenda, que es en cuento bonito inventado para
instruir en la fe a los niños. Daniel se destaca como un héroe de la pureza y
de la fe, un hombre que con su teología dentro de la política hizo más bien
para la gloria de Dios que si se hubiera dedicado a ella sola. Es un pasaje
similar a los hechos de los evangelios y los apóstoles donde se ejecutan “los
poderes del siglo venidero”.
Daniel fue un hombre amado y odiado por muchos, exitoso
y envidiado. Cuando lo condenaron a comérselo los leones y el rey lo supo, se
entristeció como si fuera un familiar suyo, cuando se dio cuenta que había
caído en una trampa y actuado con precipitación e ingenuidad. Trabajó,
posiblemente ofreciendo dinero, para que lo dejaran libre. Ayunó, suspendió la
música en el palacio y se retiró a dormir temprano y con congojas. ¿Qué le hizo
Daniel a este monarca para que se encariñara? ¿Lo aduló? No, sólo vivió con
fidelidad a su fe y se puso al servicio del país. Le tomó cariño. El político y
el teólogo encariñados. Hay otros casos menos antiguos. El rey Herodes se
entristeció por Juan el bautista (Mr.6:26); el centurión quería a Pablo
(Hch.27:3, 42), y algunas autoridades de Asia lo apreciaban mucho (Hch.19:31).
No necesariamente los gobiernos tienen que ser enemigos de la iglesia, si ella
no está corrompida y sus ministros no tienen vicios. Bueno, en fin, ojalá que
algún día cuando se recuerde nuestra vida la gente se pregunte: “¿No era el
Cristo? ¿Juan el bautista o algún profeta?”. Y les parezca nuestra historia la
de un personaje raro o mítico, toda ella la
de un héroe de novela o un de un cuento
corto.
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