Suelta Los Remos
“Y al verlos remar fatigados, porque el viento les era contrario, como a la cuarta vigilia de la noche, fue hacia ellos andando sobre el mar, y quería pasarles de largo” (Marcos 6:48).
Algunas veces sería mejor que el Señor nos permitiera quedarnos atrasados con él, que salir sin él adelante, aún con su expreso permiso o su santa voluntad. Ellos salieron porque él los impelió a hacerlo. Hubieran preferido quedarse en la costa mientras él hacía sus cosas. Es muy difícil remar con el viento en contra, arrepentidos de haber dado ese paso y protestando contra la voluntad del Señor porque después de haber orado las cosas acontecen mal.
Hubiera sido mejor entonces dejarse llevar por el viento hacia cualquier punto de la costa, que nos empuje hacia donde salimos y dejar a un lado el propósito y destino planeado. Los discípulos no querían abandonar aquel proyecto y persistían en realizarlo aunque sacrificaran mucho, se extenuaran y no avanzaran una pulgada. Si se hubieran dejado llevar por el circunstancial e imprevisto viento y estado un tiempo a la deriva, hubiera sido más sabio que contender contra fuerzas que eran más poderosas que los esfuerzos de ellos. Pero eso nos aterra, quedarnos a la deriva, a merced de las circunstancias, soltar los remos y permitir que Dios nos lleve a donde quiera.
Cuando todo indicaba que no tenía intención de ayudarlos los socorrió. Fue una ilusión. El no los dejaría atrás. Cuando oyó los gritos de ellos acudió a su llamado y subió a la barca. Y nunca más se sentirían abandonados y al garete ni acusarían a Dios de equivocación, ni a la mala suerte, ni imaginarían que él pasaría de ellos ignorándolos.
¿Haremos nuestras cosas sin Cristo? Metas y proyectos quedan frustrados y tenemos que abandonarlos porque remamos sin Cristo. Si salimos atrasados con él, llegamos primero porque no encontramos tantos obstáculos. Nuestra vida o la obra de la iglesia, avanzaría más si se atrasa un poco en oración en el monte y no se apurara con los remos a salir para la otra orilla, ni a darle la vuelta al mundo como los fariseos buscando un solo prosélito. Nunca vamos tan despacio ni nos atrasamos una milla si estamos quietos orando. Cuando estamos orando estamos avanzando.
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