El hábito no hace al monje
Lucas 20:45-47
(Mt. 23:1-36; Mr. 12:38-40; Luc. 11:37-54)
45 Y oyéndole todo el pueblo, dijo a sus discípulos: 46 Guardaos de los escribas, que gustan de andar con ropas largas, y aman las salutaciones en las plazas, y las primeras sillas en las sinagogas, y los primeros asientos en las cenas; 47 que devoran las casas de las viudas, y por pretexto hacen largas oraciones; éstos recibirán mayor condenación.
El vestuario no implica piedad y decencia. Esta acusación contra los escribas también se encuentra en el capítulo once. De una forma más completa se halla en el evangelio de Mateo. Aquí específicamente se dirige a los escribas y su indumentaria religiosa, censurando su derroche de insincera piedad en sus vestimentas. Jesús advierte a los simples adoradores de Dios que no se dejen impresionar por sus trajes que cubren el cuerpo hasta los tobillos, pero difícilmente la desnudez del carácter hipócrita de estos señores.
Conjeturo que Lucas escribiendo el evangelio por partes llegó a sus manos esta porción y prefirió el asunto con la repetición en vez de alargarlo dentro de la anterior. Estos individuos santurrones merecían una doble porción de pública censura para que las desprotegidas viudas les cerraran sus puertas y no creyeran en lo absoluto que la extensión de sus oraciones implicaba la longitud de su piedad sino lo contrario, que era más bien exhibicionismo que una expresión espiritual. Estos doctores de la palabra de Dios no eran tales sino comediantes y falsificadores de ella. El propósito de los mismos era la atracción de la mirada popular y engañar en lo posible a los piadosos y que vieran como auténtico lo que era fingimiento.
La idea de una más abundante condenación, dicha en forma comparativa, se halla en el texto y refleja el pensamiento que los maestros impostores están clasificados para recibir una condenación mayor que sus discípulos que hacen a sus pies lo mismo; posiblemente porque estos no reciben los honores que otros que se visten semejantes a sacerdotes y se comen las herencias de las viudas con dinero, porque el atuendo y la admiración popular no implica que existe la honestidad y decencia, y no es lo mismo que vestirse de piedad, de amor y del Señor Jesucristo (Ro. 13:14; Col. 3:12, 14). Los trajes y corbatas, los vestidos hasta los tobillos, las sotanas, y capuchas, y lazos en el cuello, y otras prendas que sugieren religión, pudieran no tener equivalencia real en la vida espiritual. Es común decir que el hábito no hace al monje.
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