Los santos son malos clientes
Marcos 5:1-17
(Mt. 8:28-34; Luc. 8:26-39)
1 Vinieron al otro lado del mar, a la región de los gadarenos. 2 Y cuando salió él de la barca, en seguida vino a su encuentro, de los sepulcros, un hombre con un espíritu inmundo, 3 que tenía su morada en los sepulcros, y nadie podía atarle, ni aun con cadenas.4 Porque muchas veces había sido atado con grillos y cadenas, mas las cadenas habían sido hechas pedazos por él, y desmenuzados los grillos; y nadie le podía dominar. 5 Y siempre, de día y de noche, andaba dando voces en los montes y en los sepulcros, e hiriéndose con piedras. 6 Cuando vio, pues, a Jesús de lejos, corrió, y se arrodilló ante él. 7 Y clamando a gran voz, dijo: ¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes. 8 Porque le decía: Sal de este hombre, espíritu inmundo. 9 Y le preguntó: ¿Cómo te llamas? Y respondió diciendo: Legión me llamo; porque somos muchos. 10 Y le rogaba mucho que no los enviase fuera de aquella región. 11 Estaba allí cerca del monte un gran hato de cerdos paciendo. 12 Y le rogaron todos los demonios, diciendo: Envíanos a los cerdos para que entremos en ellos. 13 Y luego Jesús les dio permiso. Y saliendo aquellos espíritus inmundos, entraron en los cerdos, los cuales eran como dos mil; y el hato se precipitó en el mar por un despeñadero, y en el mar se ahogaron. 14 Y los que apacentaban los cerdos huyeron, y dieron aviso en la ciudad y en los campos. Y salieron a ver qué era aquello que había sucedido. 15 Vienen a Jesús, y ven al que había sido atormentado del demonio, y que había tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio cabal; y tuvieron miedo. 16 Y les contaron los que lo habían visto, cómo le había acontecido al que había tenido el demonio, y lo de los cerdos. 17 Y comenzaron a rogarle que se fuera de sus contornos. “Y comenzaron a rogarle que se fuera de su comarca”.
Debieran haberle pedido que se quedara. Ninguna persona natural quiere hacer un cambio religioso, espiritual, si le afecta económicamente, si le perjudica (Mr. 10:21,22) Honor y dinero son dos de las cosas que más los hombres aman y vacilan en perderlas aunque sepan que sus vidas serán mejores sin ellas (Flp. 3:7,8); el buen ejemplo no les hace ningún bien ni la predicación tampoco. Echan a Jesús de su territorio, de sus trabajos, de sus hogares (a veces de sus iglesias).
¿De qué le vale a un hombre que gane todo el mundo y pierda su alma? ¿No vale más el vituperio de Cristo que todos los tesoros egipcios? (He. 11:26). El hombre ama más el dinero que su alma. La sociedad se opone al cristianismo no porque sea malo sino porque transforma al hombre. Quisieran un Jesús, sí, pero que no se meta en sus negocios ni en su vida privada. Que no le saque del corazón lo que les gusta ni toque sus bolsillos. O sea, que deje a los diablos dentro y les sea permitido hacer negocios sin conciencia cristiana, sin tener en cuenta los “Diez Mandamientos”.
Quisieron decirles “deja a ese hombre intacto, lo preferimos se quede como está si la curación de sus males ha de tener repercusión entre nosotros, aléjate de aquí y no pongas más un pie en nuestra comarca, hazte la idea que no existimos porque desde que andas por estos lares tenemos menos clientes y nuestras ganancias han disminuido. La gente pobre no empeña sus pertenencias, no juega al azar, no bebe alcohol, no fuma marihuana, no huele cocaína no los podemos estimular a que gasten sin control, las últimas modas no les importan y no vendemos ninguna cinta pornográfica, y lo peor de todo es la fidelidad matrimonial que se han propuesto aun aquellos que amaban más de una mujer. Esto es un paraíso y en el paraíso no se pueden hacer negocios, los santos son malos clientes”.
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