Dones sobrenaturales y estudio serio de Las Escrituras
Lucas 9:1-6
(Mt. 10:5-15; Mr. 6:7-13)
1 Habiendo reunido a sus doce discípulos, les dio poder y autoridad sobre todos los demonios, y para sanar enfermedades. 2 Y los envió a predicar el reino de Dios, y a sanar a los enfermos. 3 Y les dijo: No toméis nada para el camino, ni bordón, ni alforja, ni pan, ni dinero; ni llevéis dos túnicas. 4 Y en cualquier casa donde entréis, quedad allí, y de allí salid. 5 Y dondequiera que no os recibieren, salid de aquella ciudad, y sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos.6 Y saliendo, pasaban por todas las aldeas, anunciando el evangelio y sanando por todas partes.
Parece que nuestro Señor separó del grupo a sus doce apóstoles para darles estas específicas instrucciones, y les dijo que él quería que salieran en una gira misionera como de ensayo para desarrollar en ellos los talentos, dones recibidos, y que con más ahínco al regresar estuvieran confiados que aquello a lo cual habrían de dedicar toda la vida sería una empresa si bien difícil contra un enemigo tan poderoso, también exitosa. Al volver, ninguno dudaba de lo que hacía el diablo con la vida de los hombres ni que ellos podrían derrotarlo predicándoles arrepentimiento (vv. 1, 2,6; Mr. 6:13).
Sanar enfermos y expulsar demonios fueron dones dados por Jesús a los predicadores del evangelio y pertenecían a la inauguración del reino de los cielos. La duda de la existencia actual de esos dos dones milagrosos se debe mayormente a la falsificación que hacen de ellos los que afirman tenerlos.
Es tanta la mentira que hay al respecto y tanto el descrédito que eso trae al evangelio, que hay que asumir que es el diablo mismo quien hace esos simulacros como si esos dos carismas estuvieran activos. La iglesia rotundamente los tuvo, los usó y predicó con ellos para que se creyera lo que decía.
Si Dios quisiera que ellos estuvieran vivos, vivos estarían y no habría dudas al respecto, y si hay algunos humildes siervos de Dios que los poseen son casi desconocidos, por el cúmulo de impostores que los tapan. La afirmación general es que han desaparecido y la mengua actual en la credibilidad del público en el evangelio, necesidad urgente, el restablecimiento de ellos dos apenas lograría restablecerla.
Los evangelios coleccionados por la iglesia son tan extraordinariamente perfectos que la lectura y estudio de los mismos, Mateo, Marcos, Lucas y Juan, da convicción de su veracidad; ellos, por el modo histórico y teológico que están compuestos, hacen irrebatible la verdad de Jesucristo. Dicho de ese modo, y es mi seguridad, que esos cuatro gigantes han quedado como auténticos relevos de los otros dos utilizados por los doce mientras se memorizaba y copiaba lo que iban diciendo.
Y no es que yo no quisiera que echar fuera demonios y sanar con milagro a un moribundo, no existieran. Si Dios quiere concederlo él es soberano, a pesar que pudiera interferir un tanto en el estudio de los evangelios y arrastraría a ingenuos, simples y ambiciosos a buscarlos o blasonar que los han hallado, y conlleve la formación de congregaciones de hermanos y hermanas, que prefieran más por incredulidad que por fe, adorar en un ambiente sobrenatural que de profundo y serio estudio de Las Sagradas Escrituras.
Humberto:
ResponderEliminarSi Dios quisiera que ellos estuvieran vivos, vivos estarían y no habría dudas al respecto,
Bravo.
Dos cosas.
La primera es que ahora queda el don más importante, despreciado e infravalorado por todos: el Amor.
Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor.
1 Cor 13
La segunda es una escena del Evangelio de Mateo que sería imposible que ocurriera hoy en día, y hace así:
8 Pero cuando las multitudes vieron esto, sintieron temor, y glorificaron a Dios, que había dado tal poder a los hombres.
Mateo 9
En una sociedad tan antropocéntrica como la nuestra, algo así sería impensable.
Si sanáramos, levantáramos muertos y demás, la gente no glorificaría a Dios sino a los medios a través de los cuales Dios se manifiesta: los hombres.
He ahí una posible razón del cese de los dones.
Renton, estamos enfermos con grandeza y apetecemos más los dones del Espíritu que los frutos del Espíritu. El amor, esencialmente no es un don sino un fruto del Espíritu Santo, es un producto, el resultado de una cosecha, entre el Gran Hortelano y la planta.
ResponderEliminarY hoy no se canta “gloria a Dios en las alturas” sino “gloria al hombre en lo alto”. Egolatría, egoísmo y hedonismo abundan como cabrahígos en la Sefela. Fíjate que no argumenté que esos dos antiguos dones cesaron desde un punto de vista exegético sino que auténticos no se ven por ninguna parte.
Humberto:
ResponderEliminarestamos enfermos con grandeza y apetecemos más los dones del Espíritu que los frutos del Espíritu.
Esta frase es buenísima Humberto, démosle gracias a Dios por habértela inspirado.
:]
Renton, los dones del Espíritu no hacen a nadie mejor cristiano, un cristiano se conoce por los frutos del Espíritu. Los dones te hacen más útil pero no mejor. Un buen músico no quiere decir que sea buen cristiano ni un buen predicador tampoco.
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