Historia de un joven hablador


Lucas 7: 11-17
 11 Aconteció después, que él iba a la ciudad que se llama Naín, e iban con él muchos de sus discípulos, y una gran multitud.12 Cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que llevaban a enterrar a un difunto, hijo único de su madre, la cual era viuda; y había con ella mucha gente de la ciudad.13 Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella, y le dijo: No llores. 14 Y acercándose, tocó el féretro; y los que lo llevaban se detuvieron. Y dijo: Joven, a ti te digo, levántate. 15 Entonces se incorporó el que había muerto, y comenzó a hablar. Y lo dio a su madre. 16 Y todos tuvieron miedo, y glorificaban a Dios, diciendo: Un gran profeta se ha levantado entre nosotros; y: Dios ha visitado a su pueblo. 17 Y se extendió la fama de él por toda Judea, y por toda la región de alrededor.



“Los judíos tenían diferentes formas de hacer un entierro, y eso de acuerdo a la edad del muerto. Un niño con menos de un mes de nacido lo llevaba una persona en sus brazos; si ya tenía un mes lo ponían en un pequeño ataúd y lo llevaban varios; si era de un año lo ponían en un pequeño ataúd y lo llevaba uno en sus hombros; si tenía tres años usaban el ataúd y también lo llevaban algunos, y lo mismo hacían con los de más edad” (John Gill). Por lo tanto este no era un niño pequeño sino un joven que al resucitar sin restregarse los ojos del sueño, dice el relato que comenzó a hablar.

El caso impactó a todos, y la noticia de su súbito deceso dejó a todos consternados. La señora primero perdió su marido y ahora con la muerte de su único hijo pierde todo consuelo y sustento. Jesús supo de la tragedia y salió hacia allá para revertirle la suerte. Con la misma mano que tocó al leproso detuvo el curso natural de la muerte que quedó sorbida en victoria, y le dijo a la señora que no llorara más por su mala fortuna que en ese momento se la cambiaría. Y lo que pasó no dio tiempo a nadie a pensar nada, pero el funeral no continuó y los que habían abierto el sepulcro volvieron a cerrarlo, y los que lloraban comenzaron a reír y a glorificar a Dios en su Hijo Jesús. La casa del luto se convirtió en un banquete (Ecl. 7:2); cambió el lamento en baile y el cilicio por alegría (Sal. 30:11).

La madre, sin enjugarse sus lágrimas, no tuvo que esperar explicaciones porque Jesús le habló al cadáver de su hijo, sin echarse a llorar sobre su pecho, sorbiendo con su voz el silencio eterno de la muerte y el que no podía hablar volvió a ser un joven socialmente locuaz. El muerto, que ya no lo estaba, hablaba y hablaba  sin parar. Primero con su madre, y la abrazó como si hiciera mil años que no la veía y llegara de un viaje, y no recordara de dónde; y habló  con todos, comiéndoselos a preguntas, que qué hago yo aquí, que qué fue lo que me pasó, de quién es este funeral, si he sido yo por qué estoy vivo ahora, quién fue el que me llamó y me trajo de vuelta, quiero oír su voz de nuevo. Y hablaba constantemente y nadie podía responderle nada sino que señalaban con el dedo a Jesús que dándoles la espalda se marchaba.

Y los curiosos por ultratumba les hacían mil preguntas, y él procuraba ser amable, qué se siente cuando uno está muerto, en qué  sitio se aloja el alma, cómo son los espíritus de los justos hechos perfectos, si no hacen nada más que cantar y oír sermones, qué belleza tiene el tercer cielo, si Lázaro sigue con llagas en la cara o si está elegante vestido como un escogido de Dios, y por qué no le ha sido dado contar nada de las visiones y palabras inefables que ha visto y oído. Y el joven seguía hablando sin recordar nada del más allá. La gente se dio cuenta que quien muere y trae noticias del más allá está mintiendo, y complacida decía, “un gran profeta se ha levantado entre nosotros” y otros, “Dios ha visitado a su pueblo”; y afuera de Naín los enterradores se quedaron esperando en vano que llegara el cadáver de este joven hablador.

Comentarios

  1. Humberto:
    los enterradores se quedaron esperando en vano que llegara el cadáver de este joven hablador.

    Amén!

    Hace tiempo leí una interpretación mariana de este pasaje, en el que se establecía un paralelismo entre la resurrección del muchacho, con la del Cristo.

    El énfasis se ponía no en que tras la resurrección el muchacho hablara: y comenzó a hablar / Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían. Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras...

    Sino que el énfasis se ponía en la frase siguiente: Y lo dio a su madre.

    Con esto se daba a entender que Dios entregaba al Cristo a la madre de la Iglesia: María...

    Lo cual me pareció un ejemplo perfecto de eiségesis, el deporte favorito de los marianos, lol!

    :D

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  2. Pude decir que el muchacho empezó a hablar como un doctor de la Ley, más que eso como Jesús
    abriendo la Escritura, pero hablar de la muerte y no de la Escritura es más creíble por la afinidad que el comentario tiene con ella en el contexto; y decir que la madre representa a María y el joven a Cristo hay que ser más mariano que cristiano y decir al final que la iglesia es dueña de él. Lo que tú dices, eiségesis.

    Hubiera sido interesante y bíblico comentar que los resucitados no dicen nada del más allá y que los que dicen que vieron y oyeron tal y tal, son más que habladores, charlatanes y mentirosos.

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