¿Dónde queda Jerusalén?
Zacarías 12:6-14
"Y derramaré sobre la casa de David y
sobre los habitantes de Jerusalén, el Espíritu de gracia y de súplica, y me
mirarán a mí, a quien han traspasado. Y se lamentarán por El, como quien se
lamenta por un hijo único, y llorarán por El, como se llora por un primogénito.
Aquel día habrá gran lamentación en Jerusalén, como la lamentación de
Hadad-rimón en la llanura de Meguido. Y se lamentará la tierra, cada familia
por su lado: la familia de la casa de David por su lado, y sus
mujeres por su lado; la familia de la casa de Natán por su lado, y
sus mujeres por su lado; la familia de la casa de Leví por su lado, y
sus mujeres por su lado; la familia de los simeítas por su lado,
y sus mujeres por su lado; todas las demás familias, cada familia por su
lado, y sus mujeres por su lado".
"Y Jerusalén será otra vez habitada en su
lugar, en Jerusalén". Estos son los pasos para la
restauración divina de la iglesia. Lo que aquí se dice para la vieja
Jerusalén se dice mayormente para la nueva Jerusalén, la iglesia cristiana.
Nota primero el lugar de Jerusalén; ¿dónde? En Jerusalén (v. 6).
Jerusalén no puede estar en otro sitio sino donde Dios la fundó, sobre el monte
de Sión y rodeada de ellos, en el lugar donde Abraham dispuso un altar para
sacrificar a su hijo. No en Egipto, sitio de servidumbre sino donde fue
conquistada por Dios, en lugar de libertad, en una posición de redención. No en
Babilonia, en cautiverio, en deportación, sino en Jerusalén, en su propia
tierra, no en Atenas, fundada sobre filosofías de hombres sino en la sabiduría
del Espíritu. La iglesia tiene que ocupar su lugar, desde Dan hasta Beerseba,
en los límites de las promesas, con sus fronteras y límites bien señalados para
que no se disuelva en las costumbres de los pueblos del mundo, con sus murallas
bien altas, con sus torres para atalayar, en santidad. Si la iglesia es sal de
la tierra, luz del mundo, columna y apoyo de la verdad, ocupa el lugar que Dios
le ha mandado.
Después de un interludio de cómo llegará a ser
triunfante (vv.7-9), continúa para decirles que la restauración divina de la
iglesia está en las manos del Espíritu Santo (vv.10-14).Primero en la abundancia del Espíritu porque
dice que "derramaré"; yo no dudo que haya muchas iglesias que estén
funcionando con algunas gotas del Espíritu, pero no con la "plenitud"
del Espíritu, aún no han experimentado esa celestial abundancia. Y
por eso entiendo varias cosas. La disposición y solicitud por el Señor la sigue
un profundo interés en la vida espiritual propia; no primero los de
afuera sino de los de adentro, de uno mismo, una restauración profunda
porque hay mucho lamento por la condición pasada y presente de uno, muchas
cosas que lamentar y por las cuales llorar, tanto tiempo perdido, tantas cosas
mal hechas, tantas oportunidades desaprovechadas, tantas decisiones
equivocadas, rumbos insensatos, pensamientos errados. No con algún suspiro y
cierto remordimiento sino con muchas lágrimas. No con conciertos musicales,
obras de teatro y pantomimas. Sin bufonadas señores, sin payasos.
No se puede recuperar la iglesia sin llorar; o de un
modo frío y desinteresado. Los pastores llorando por ellos mismos (por su
lado), las esposas de los pastores llorando por ellas mismas, los hijos de los
pastores llorando por ellos mismos, los diáconos llorando por ellos mismos con
sus familias, cada joven llorando, lo ancianos llorando por ellos mismos; cada
uno preocupado por su propia vida espiritual; entonces y solamente entonces la
iglesia estará capacitada para poder predicar el evangelio en el mundo, para
tener un mensaje de salvación no culturizado; para salir a buscar las almas
perdidas. Una iglesia poderosa: reformada, avivada y evangelizadora. El lugar
de Jerusalén es en el Espíritu donde el Señor la fundó, un lugar de mucha
seriedad y solemnidad, y si no es así y no llora, Jesús llorará sobre ella.
cada uno preocupado por su propia vida espiritual; entonces y solamente entonces la iglesia estará capacitada para poder predicar el evangelio en el mundo
ResponderEliminarBravo!
Tal vez Pablo nos insta a autoexaminarnos contínuamente para saber si estamos en la fe porque dicha acción -el examen crítico y severo de uno mismo- exige un alto grado de humildad, y éste, solo puede venir del Espíritu Santo.
En muchas ocasiones se me ha acusado de integrista, de radical en mis exigencias, pero no es cierto que en las cosas de Dios es mejor pasarse que quedarse corto?
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Sí Renton, es fundamental como diría Spurgeon “la vigilancia que uno debe tener sobre sí mismo” porque “engañoso” (y tramposo) “es el corazón, más que todas las cosas”. Es una costumbre puritana, y una necesidad bíblica. Pero uno necesita la medida del Espíritu Santo porque si no y se pasa mucho, los descubrimientos lo convierten en un perenne melancólico.
ResponderEliminarHumberto:
ResponderEliminarporque si no y se pasa mucho, los descubrimientos lo convierten en un perenne melancólico.
No entiendo esto...
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Renton, ya dije que el auto examen es importante. Conocernos en la carne. En el hombre natural. Pero no sólo en ella sino en el Espíritu (2Co. 12: 5). En ella no hay de qué gloriarse, ni gozo, sino asombro y suspiros. Culpabilidad. Arrepentimiento. En su interior vive el pecado y sus entrañas son insondables. Y un perdón tras otro, un arrepentimiento tras otro, ¿es eso vivir en el Espíritu? ¿Es eso vida cristiana? ¿Dónde está la paz de la justificación, de la elección, de la esperanza? ¿En el arrepentimiento, el dolor, la vergüenza y la culpabilidad? ¿Puede uno sentir el gozo de la salvación persiguiéndose continuamente a sí mismo, y hablando siempre mal de uno mismo, llamándose vil sin piedad como si Cristo no hubiera muerto? Difícil. Conozco al hombre en Cristo y fuera de Cristo y te digo que si sólo me mirara a mí mismo, me condenara continuamente, aunque de vez en cuando le echara una mirada a la cruz, me enfermaría con crónica melancolía. No sé, tú puedes pensar distinto. No todos somos iguales. Bendiciones.
ResponderEliminarHumberto:
ResponderEliminar¿Dónde está la paz de la justificación, de la elección, de la esperanza? ¿En el arrepentimiento, el dolor, la vergüenza y la culpabilidad? ¿Puede uno sentir el gozo de la salvación persiguiéndose continuamente a sí mismo, y hablando siempre mal de uno mismo, llamándose vil sin piedad como si Cristo no hubiera muerto?
Nono, nunca he sido tan feliz como desde que nací para Dios, me temo que mis palabras se han malinterpretado.
Soy exigente conmigo mismo porque amo a Dios y no quiero arruinar lo que tengo por culpa de mi orgullo o pereza, dos viejos enemigos míos...
Soy pecador, soy culpable y nunca podré pagarle a Dios por Su Gracia, pero hay algo que tengo clarísimo: he sido justificado y debo vivir para Dios.
Y la razón por la que prefiero ser exigente conmigo mismo a indulgente es que no quiero pecar de desagradecido por todo lo que me ha dado Dios.
:]
Perfecto hermano Renton, me alegro de todo eso; toma lo que dije como un caso típico de y no precisamente el tuyo. Zanjado el asunto. Muchos abrazos.
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