Los caprichosos Testigos de Jehová y el Valle de Hinnon
MATEO 10:28
“No temáis a los que matan el cuerpo pues el alma,
no pueden matar, temed a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el
infierno”.
La palabra alma, como algunos prefieren, no se puede
traducir vida que es uno de sus significados, porque no tendrĂa sentido
decirles que “la vida no pueden matarla”; tiene que referirse a algo que no es
la historia, ni la esperanza, ni la fe, sino espiritual que se halla fuera del
alcance de las manos de ellos. En cuanto a que Dios sĂ puede destruir el alma de
eso no hay duda; si Ă©l es el Creador del espĂritu humano, lo puede deshacer
cuando lo desee.
El espĂritu no es inmortal en lo que a Dios se
refiere, es inmortal en relaciĂłn con la muerte, pues ella no lo toca sino que
cuando el cuerpo deja de funcionar ella se libera y vuelve a Dios que lo dio. A
las almas impĂas Dios las envĂa al infierno donde son destruidas junto con el
cuerpo, sin aniquilaciĂłn; eso quiere decir que la destrucciĂłn del alma no tiene
que ver con la muerte del cuerpo y ha de ocurrir cuando lo ocupe de nuevo, o
sea despuĂ©s de la resurrecciĂłn. Mientras tanto ¿dĂłnde se halla? En “prisiones
de oscuridad hasta el juicio del gran dĂa” (2Pe.2:4).
La palabra infierno originalmente es “gehenna” o Valle
de Hinnon, un lugar sucio donde se tiraban y quemaban los desperdicios de Jerusalén
y se sacrificaban niños al dios Moloc. No tiene sentido que Dios haga resucitar
a la humanidad impĂa y la eche toda en ese pequeño valle de Israel para que perpetuamente
se estén quemando, llorando y crujiendo los dientes. Ese es un lugar que sirve
de sĂmbolo al infierno, donde los demonios y los impĂos son echados y son
perpetuamente destruidos, que no necesariamente es una aniquilaciĂłn perpetua,
una extinciĂłn total, sino un castigo
o una prisiĂłn eterna de donde la conciencia
jamás es liberada y no siente a Dios, a no ser su juicio. Todo lo contrario, es
lo que creen los caprichosos Testigos de Jehová.
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