La esposa, un consuelo cuando muere la madre
Génesis 24:62,63-67
“Y por la tarde Isaac salió
a meditar al campo”.
¿Meditar? ¿Un filósofo?- Si
se traduce “comunión” cae también bien, porque saldría a tener comunión
con Dios. Es una palabra de significado incierto. Reflexionar encaja
mejor. Calvino dice que la palabra significa tanto meditar como orar, y que
parece que él vivía en otra tienda que la de Abraham. Salió para hablar
con Dios, pensar en su ley; buscar su luz sobre sus asuntos, es decir “meditar
en sus caminos” (Hag.1:5-7). Y si salió porque estaba triste y quería estar
solo con su dolor y verter su corazón a Dios en oración, hacía muy bien en
alejarse del grupo y sumergirse en la soledad. Y fue a ese pozo para reavivar
su fe en la doctrina de la omnisciencia y providencia de Dios.
En nuestra vida
constantemente debemos revivir en nuestras mentes esas dos doctrinas,
especialmente como Isaac cuando estaba pasando una crisis por la muerte de su
madre. Señor ¿ves lo que me pasa? ¿Proveerás para mí? ¿Te interesan mis
asuntos? ¿Conoces mis preocupaciones? Y son preguntas que se le hacen a Dios, a
su omnisciencia, y se sigue esperando en el asunto. “Entonces Isaac la trajo a
la tienda de su madre Sara, y tomó a Rebeca y ella fue su mujer, así se consoló
Isaac de la muerte de su madre” (v.67). Habían transcurrido tres años desde la
muerte de Sara. Las mujeres, los esposos y los niños tenían sus propias
tiendas. La esposa empezó a llenar el vacío dejado por su querida madre y
convirtiéndose en otra madre. No hubo alguna ceremonia, sino el paso de una
tienda para otra, y comúnmente con una fiesta, lo que aquí no ocurrió. El
largo, feliz matrimonio es más que una bendición sacerdotal o pastoral,
es la unión consumada y hecha por Dios. Para siempre. Envejecer y morir unidos.
“Entonces Isaac la trajo a la tienda de su madre Sara, y tomó a Rebeca y ella fue
su mujer, y la amó. Así se consoló Isaac después de la muerte de su madre”
(vv.66,67). Tal vez es la esposa la única persona que puede consolar al
hombre cuando se le muere la madre. Si Dios no hubiera dispuesto que todos
nuestros afectos tengan sustitutos viviríamos muy desconsolados después que
perdiéramos, privados por la vida o las circunstancias, a alguien
(Mt.19:29,30).
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