El derecho y deber de trabajar
Génesis 31:38-42
“Estaba yo que de día el calor me consumía y de
noche la helada, y el sueño huía de mis ojos. Si el Dios de mi padre, Dios de
Abraham, y temor de Isaac, no hubiera estado conmigo, ciertamente me hubieras
enviado ahora con las manos vacías. Pero Dios ha visto mi aflicción y la labor
de mis manos, y anoche hizo justicia”.
“El trabajo no mata a nadie”, suele decirse. Jacob
obtuvo riqueza porque trabajó muchos años seguidos y sin mencionar reposo. No
sólo trabajó sino que con honradez. Si una fiera se comía alguna oveja
él la pagaba, si se accidentaba o perdía, era su responsabilidad y abonaba el
precio por ello. Además, confiaba en la providencia de Dios, en su continua
bendición de modo que no necesitaba enriquecerse con trampas, engaños, o
robando. Aunque puso las varas delante de las ovejas cuando parían, no fue su
superstición lo que le trajo prosperidad sino la providencia del Señor sobre
sus labores.
Todo lo que tuvo lo consiguió con trabajo. Génesis
es un libro que habla del origen de todo, y desde el principio de la humanidad
uno lee esa palabra, trabajo. Dios trabajó haciendo el mundo e hizo a
Adán para que trabajara en el paraíso (Ge.2:15). El hombre trabajador
complace a Dios. Dios es trabajador y Jesús fue muy trabajador, de modo que
algunas veces no tenía tiempo ni para comer (Mr.6:31) y le llamaban por su
oficio de trabajador, “carpintero” (Mt.13:55). Y el apóstol Pablo le enseñó las manos a los corintios y
les dijo que las había usado para sostenerse económicamente él y ayudar a otros
(Hch.20:33-35). No hay que esperar que
el gobierno nos ayude si estamos sanos; y si trabajo no hubiere queda como opción
la emigración.
Dios ama al hombre que está siempre ocupado, Dios
amaba a Jacob. Y Jacob prosperó en medio de la envidia y de los pecados de los
demás. No veo alguna otra cosa que haga más hombre al hombre que su trabajo,
exceptuando su relación con la Deidad. El que trabaja crea, produce, se
multiplica, ayuda a su prójimo y mejora el mundo, el trabajo nos hace parecidos
a Dios, por eso el trabajo que hagamos sea hecho como delante de sus ojos y no
de los hombres, es decir para la gloria de él, bien. Cuando el Señor
provee trabajo nos da el pan de cada día, cumplimos nuestros compromisos, pagamos
las deudas porque dejar de hacerlo es pecado (Sal.37:21), y le damos a Dios gracias
por ambos. El trabajo es un derecho que tiene todo ciudadano y un deber creado
por Dios.
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