No protestes por donde Dios te lleva o te tiene acampado
Éxodo
14:31
“Cuando
Israel vio el gran poder que el Señor había usado contra los egipcios, el
pueblo temió a Jehová, y creyeron a Jehová y en Moisés, su siervo”.
Quiere decir en Dios y en la Escritura. De esta experiencia, “grande hecho” la
“alzada mano” de Dios, Israel podía aprender grandes cosas; la principal, creer
a Jehová. Todo lo que Dios les había mostrado y hasta el endurecimiento de
Faraón, la intensidad de su maldad, su terquedad, su crueldad, la ruina de
Egipto, la destrucción del paganismo, tenían esa intención, no hay otro Dios,
no hay más Dios, Dios es suficiente, omnipotente, con él no necesitan nada más.
Hizo todo para hacerlos suyos para siempre. Ningún pueblo jamás tuvo
semejante historia de revelación, jamás pueblo alguno tiene en su historia,
no en sus mitos y leyendas, semejantes portentos teológicos, donde lo
secular y lo sagrado suele ser una misma cosa, portentos que ocurren en su nacimiento,
que le dan origen, que culminan una etapa de promesas individuales y sueltas y
que maduran y se realizan en estos sucesos. Aquí nace Israel como pueblo.
Y hay un solo Salvador que abrió
algo más grande que el Mar Rojo, la tumba, que venció la muerte, que
hizo un muro de contención y de salvación. Nunca se nos ocurra querer volver
atrás, lamentar nuestra situación, desesperarnos, sentirnos encerrados y sin
salida. ¿Por qué? ¿Porque no la vemos? Pero él sí. ¿O creemos que nuestras
soluciones son todas las que existen? ¿Y las suyas?, pensar que nuestros
imposibles son los imposibles de Dios. El mal casi nos puede dar alcance
pero no dañarnos. Hemos conocido a Dios y seremos salvos, el Mar Rojo no
es nuestro último destino, pasaremos por las aguas y emergeremos de él, arriba,
resucitados y gloriosos. Después de leer esto, que es como si lo
hubiéramos visto, nunca se nos ocurra protestar por dónde Dios nos lleva, dónde
nos tiene acampados, porque lo que hay es que estar “tranquilos y marchar”,
tener fe, una buena disposición de ánimo y continuar adelante. Amén.
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