Santiago vs Pablo
Santiago 2: 20-26
“¿Quieres saber hombre vano (o estéril) que las fe sin obras es muerta? ¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras? Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios. Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe. Asimismo también Rahab la ramera, ¿no fue justificada por obras, cuando recibió a los mensajeros y los envió por otro camino? Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta”.
Santiago continúa su lucha contra la fe sin obras y ahora apela a la Escritura, la fuente de autoridad tanto de los unos como de los otros. Los ejemplos que extrae son sacados de ella. Hoy nuestro énfasis es aclarar sus palabras en relación con las que dijo el apóstol Pablo, para que no tengamos problema con la doctrina, no hace falta que insista en el aspecto práctico porque ya eso lo hemos hecho con anterioridad y aquí se remiten solamente ejemplos para lo ya mencionado.
Santiago no usa aquí justificación con el mismo sentido que la usa Pablo, ni está dirigiéndose al mismo tipo de público. Pablo dice que el justo por su fe vivirá sin las obras de la ley (Ga. 3:11), y habla a aquellos judaizantes que insistían que para ser salvos había que guardar los ritos y las obras de la ley y con ella se vanagloriaban hasta el máximo. Santiago no habla a gente que obra sino a gente que no lo hace, que no quiere obrar.
El interés de Pablo es separar la fe de las obras y el de Santiago es unirlas. Para Pablo justificación es un acto legal para obtener el perdón, para Santiago es una aceptación ante Dios, una vida con frutos. Santiago piensa que la fe es algo práctico, que es un estilo de vida. Ni un punto menos. Lo de Pablo es alta teología, la del areópago, la de la universidad, la de los seminarios, la de la evangelización, la de Santiago es la teología del comercio, del hogar, de la calle, de la oficina, la del testimonio. Los malos cristianos que Judas conoció convertían en libertinaje la gracia de Dios y negaban a Dios y a Jesucristo con sus obras (Jud. 1: 4). Pablo las desvincula doctrinalmente, Santiago las une en la vida. Las dos posiciones son válidas. Su punto de vista es que la fe actúa juntamente con las obras, y la perfecciona (v. 22).
La justificación, si hablara en sentido legal como Pablo no diría eso porque es un error, no se puede perfeccionar ni ayudar en algo. Como la justificación paulina es un acto jurídico, una declaración de inocencia y consiste en el apropiarse de la justicia perfecta de Cristo, y no es susceptible de mejoramiento. Las obras, como se ve aquí por el ojo de Jacobo, no son otra cosa que fe visible. El fruto de la fe. Una prolongación de la vida del alma. En ningún punto la fe deja de serlo y se vuelve obra, sino que cree y acaba viéndose en los hechos. La fe lo que hace es materializarse, reconocerse, testificar de su existencia. Una fe que no es perfecta en hechos es un cadáver maloliente. Los que creen y obran son los amigos de Dios. Además de esas dos observaciones hay otra.
Ahora veamos a Abraham en dos épocas. El caso que Santiago pone de Abrahán cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar (v. 21), se halla en Ge. 22: 1-14; 30 años después de la justificación que menciona Pablo en Ge.15: 6; Ro.4: 3-4. Santiago une dos textos muy distantes el uno del otro y cuando dice que se cumplió la Escritura que dice… tal y tal (v. 23). No había ninguna profecía al respecto cuando ofrece a Isaac, lo que había era su declaración de fe, que se ratifica como genuina en la obra. La conexión que hace Santiago es válida, la fe de Abrahán hubiera sido vana si rechaza la petición de entregar a Dios su primogénito. Cuando él dice: “Se cumplió”, lo que quiere decir es: “No ven que yo tenía razón, la fe de nuestro Padre no era vana sino auténtica y eso se hace manifiesto en su obra”. Ambos manejan los mismos textos pero para probar fines diferentes. Aunque Pablo no hace uso de la petición sacrificial del niño.
Con respecto a la cita de Rahab la ramera (v. 25), pasa lo mismo. La mujer fue justificada por haber creído, por su fe, como se dice en He. 11: 31, pero su fe no fue muerta o estéril como otra versión dice, y protegió a los espías. El espíritu de la fe son las obras, son las que la hacen una confianza viva, una profesión activa. El alma de la fe son las obras. Si afirmamos que somos salvos por medio de nuestra fe como dice Pablo, bien haremos si la chequeamos por lo que dice Santiago, por las obras. Si ha nacido, ha crecido hasta obrar y se halla viva y testificante en la comunidad de los justificados.
Observa que llama amigo de Dios al patriarca cuando creyó. Todos aquellos que han sido justificados, reconciliados con Dios por medio de Cristo, también son llamados sus amigos. La fe torna en amigos a quienes un tiempo atrás eran encarnizados enemigos, adversarios y crueles perseguidores. Se hace la paz y reina la concordia entre el hombre y Dios cuando se ponen de acuerdo por la fe, cuando el rebelde al fin cree.
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