¿Quién eres tú?
Santiago 4:11-12
“Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley y juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez. Uno solo es el dador de la ley que puede salvar y perder; pero tú, ¿quién eres para que juzgues a otro?”.
De veras que la epístola está preparada para corregir nuestros errores y uno tras uno son mencionados, como si fuera por nuestro cuerpo enfermo de una llaga a otra curándola. Son sermones para una iglesia enferma. Ahora de nuevo predica sobre la lengua, a la cual dedicó un espacio extenso en el capítulo tres pero con una nueva y más grave declaración.
A favor, no en contra
Que la ley se halla involucrada y por ende el lugar de Dios, cuando se habla contra un hermano. La palabra murmurar no es la misma que en otro sitio se usa para hablar en tono bajo sino “hablar contra” la traducción sería: “No habléis los unos contra los otros? No se trata de juzgar con justo juicio o que se nos prohíba tener un criterio sobre los demás en un intento por conocerlos, ayudarlos, para tratarlos y amarlos. ¿Cómo uno podrá no cometer errores en el trato con el hermano si no dedica tiempo a conocerlo? Pero aquí no se prohíbe eso, lo que se menciona es el juicio de condenación. Supongamos que realmente un hermano sea descubierto en una falta grave, que merezca ser condenado (Ga. 2:11), ¿qué hacer? Exhortarlo espiritualmente (Ga. 6:1), considerando su debilidad, ayudarlo para que se arrepienta y reciba perdón, restaurarlo cuando lo haya hecho, pero nunca hablar contra él sino a favor suyo.
Se habla contra el hermano cuando no se le habla a él sino a otros de él; y ¿qué se logra? Destruirle todo lo bueno que le queda, ayudarlo a convertirse en un montón de escombros, aniquilarlo, deshacerlo definitivamente. Supongamos que de un hermano o hermana te hayas enterado que ha cometido cierto pecado y vas y lo dices a otros hermanos suyos, ¿qué habrás hecho? Propagar la victoria de satanás sobre un miembro del cuerpo de Cristo, llevar la mala noticia del diablo por todos lados y anunciar su triunfo, ¿no serás así un embajador del demonio? Y los que lo oigan de tus labios, ¿serán edificados con tu nueva? No, ellos se desanimarán y se sentirán retrocedidos; lo que harás es traerles a la mesa un poco de carne humana para que en vez de comentar las cosas bellas de la gracia pasen días enteros comiéndose el nombre de otro. No se trata de esconder el pecado de otros, sino de ayudarlos a reponerse, hablar pero a favor de ellos, no en su contra.
El otro y la ley
Tienen que enfrentar un problema los que sienten placer en juzgar a otros; que entran en conflicto con la ley. Santiago identifica a la víctima de la murmuración con la propia ley divina diciendo, murmura de la ley y juzga la ley. Eso puede ser comprendido de dos modos: Uno, porque se suplanta la ley en su función. El compromiso de un hermano, la decisión que hizo al convertirse en cristiano no fue para guardar nuestros criterios, nuestras propias leyes, sino la de Dios; se convirtió por la ley hacia su Legislador. Si juzgas a un hermano lo estás juzgando como si él hubiera incumplido la ley tuya y no la de Dios. Y eso es cierto en muchos jueces que uno los ve muy ofendidos cuando se enteran del pecado de otros, como si el transgresor los hubiera ofendido a ellos y no a Dios, toman el pecado ajeno como si fuera un asunto personal. (David decía: “Contra ti, contra ti solo he pecado y hecho lo malo ante tus ojos?). Tal vez supo que andaban hablando mal de él. Estos otros se sienten más heridos que Dios. No actúan con la paciencia, con el amor de Dios ni conforme a su perdón y misericordia.
En ese sentido se vuelven malos jueces porque ellos usan la ley para perder mientras que Dios la usa para salvar. ¿No los hemos oído, que usan la Escritura, citan sus textos, para destruir al infractor, no para salvarlo, lo único que piensan es hacer justicia sobre él, condenarlo? Sería mejor que dejaran a Dios usar su propia ley y se alejaran ellos. Santiago con su pregunta lo comprende bien diciendo, y ¿tú quién eres?, como si los desestimara por completo, pinchándoles con la pregunta sus bambollas. ¿No has sido también un transgresor de esa ley? ?Por qué condenas a otro con la misma ley que no has querido que te apliquen a ti?
Número dos. La otra explicación es que ese hermano puede haber estado cumpliendo la ley, haciéndola, porque a veces oímos a quienes hablan mal de los actos ajenos que ellos consideran pecaminosos sin entender que están obrando conforme, no en contra de la ley, y condenarlos a ellos es equivalente a insultar la ley y su Legislador.
Eso pasa con más frecuencia que lo anterior, no que la víctima de los dientes fraternales haya ocasionado un escándalo sino que sus actuaciones o no se entienden o no se comparten. Lo que debieras preguntarte es, ¿en qué aspecto de la ley se apoya para obrar así? ¿Lo que hace es tendiente al honor de Dios? Si condenas a alguien que ante los ojos divinos es inocente y está actuando correctamente, ¿dónde te meterás tú, juez? Mucho cuidado con aquello que a tu juicio o según la tradición de los hombres viole la ley divina y no según el mandamiento de Dios.
Estoy leyendo el libro de Job.
ResponderEliminarJob se defiende ante sus amigos y les dice algo parecido: "Si yo hubiera pecado, sólo yo he pecado ante Dios, ¿por qué me persiguen ustedes y no me dan consuelo?" (paráfrasis of course).
De verdad que la Biblia entera es bastante asombrosa por la unicidad de su mensaje.
Bendiciones pastor!
Bendiciones Viviana, felicidades por el ánimo para leer a Job. Yo estoy revisando a Santiago y trato de hallar las gotitas de gracia que tiene esa áspera epístola, y bajarles un poco el tono con unción paulina, a sus encendidos discursos a los judíos cristianos.
ResponderEliminarPreferiría, tener mi membresía, en una iglesia menos sacudida por esas prédicas de la ley de Moisés. Sorry James!
Es que quizá cómo era la gente a quien Santiago les escribe esa carta. Quizá eran Judíos que aun eran medios fariseos para sus cosas. Bueno, como lo son muchas personas hoy en día dentro de las iglesias, juzgan y juzgan y ellos no se han mirado en el espejo.
ResponderEliminarYo creo que todos pasamos por un periodo así, cuando no entendemos bien el amor de Dios, pero tambien cabe señalar que en las iglesias se infiltra gente con apariencia de piedad que andan dejando la grande.
La carta de Santiago es dura, pero fíjese que a mi me da gusto leerla, cuando era mas pequeña en el evangelio, era una de las cartas que mas me gustaba, de las que mas entendía, porque iba directo al grano, nada de rodeos.
A pesar de lo dura, podía entender a qué se refería Santiago (o Jacobo) y con qué ánimo habia sido escrita.
Saludos!
Viviana, estás en lo correcto, aquellos judíos-cristianos, según Santiago les habla, parecían más cualquier cosa que cristianos. El hecho es que él no escribió a una iglesia en particular sino a todos ellos que se encontraban en la dispersión, es decir a la nación de Israel, a todo su pueblo que se gloriaba en la Ley de Moisés.
ResponderEliminarEl término "hermanos" en el v. 19 parece más referirse a la nación que la comunidad cristiana. Y es cierto que todas esas cosas andaban rampante en lo que él llama "doce tribus", que ya no existían como tales. La hipocresía estaba la orden del día, el abuso de los ricos, el mal uso de la lengua, etc.
Tú tienes razón y motivos, habiendo visto esas cosas en la congregaciones cristianas, que te guste el lenguaje de Santiago porque has sentido lo mismo que él al ver semejantes cosas. Es cierto que Santiago va directo al grano porque su propósito no es doctrinal sino práctico.
Gracias por tus buenos comentarios.
Ah si pastor, eso debe ser. Yo veía eso mismo en las iglesias, quizá ud no me entienda cuando hablo tan "rudo", pero yo creo que si Ud hubiese vivido lo mismo tambien le daría la misma rabia.
ResponderEliminarPuede ser dificil de imaginar estando en otra cultura, otra perspectiva cristiana si se quiere, pero acá, le digo la verdad, estamos en el mas oscuro enfoque doctrinal (si es que existe algo de doctrina)
El otro día estaba en el terminal de buses, viajando a la capital de mi país - Santiago de Chile - y estaba leyendo el libro de Arthur Pink, Los atributos de Dios, y un caballero sentado al lado mio me observaba hace rato. De repente me puse a hablar con su esposa que tenia un bebé en sus brazos, y el metió su cuchara, no me dejaba mucho hablar con ella. Al final no se aguantó y me dijo que era capellán Adventista. Hablamos de Dios, todo muy bonito, y yo le pregunté por Cristo encarnado, que era Dios... sabe que me cambió el tema rotundamente, me habló puras payasadas. Cuando le pude interrumpir le pregunté cual era su doctrina de salvación, y me dijo que no le gustaba la doctrina, porque eso dividía a las personas. Despues de eso se fue a tomar su bus.
La gente está lejos de Dios mi querido pastor y eso me da pena y mucha rabia tambien, rabia de que se le enseñe a la gente puras mentiras.
Medio largo salió mi cuento, gracias por tomarse el tiempo de "escucharme".
Bendiciones
Oh no, Viviana, entiendo lo que dices y lo comprendo también, porque conozco tu celo doctrinal, al cual no califico de rudeza, y he visto el firme compuesto de gracia divina y experiencia que llevas contigo, que te hacen una cristiana sólida y espiritualmente activa.
ResponderEliminarYo he estado en otros países de Sur América pero no en Chile, y conozco la ignorancia y corrupción que existe en aquellos, y puede ser similar a la de tu hermoso país. Aquí trabajo con inmigrantes venidos mayormente desde Centro América, y no son angelitos, y no pudiera buscar la salvación de ellos si no los amara. El domingo pasado comenzaron a venir a mi grupo tres personas peruanas y brasileñas no evangélicas.
Esta plática creo que ha comenzado por observaciones que he hecho con respecto a Santiago el apóstol, que predicaba indignado con el fariseísmo, como tú observaste, de sus congéneres judíos cristianos. Ya he terminado de revisar mis exposiciones, que sumaron 32 en total, hechas en el año 1992; he sentido pesado ese trabajo por cuanto lo hice en programas de computadora, ordenador, antiguo y tenía muchos símbolos que borrarle, además de suavizarle el ímpetu juvenil-jacobino (como el de la joven Viviana, sin ofensa), de aquel entonces.
Voy a subir otra al blog.
Muchos afectos.
Gracias pastor, lo seguiré leyendo :D
ResponderEliminarBendiciones.