Enfermedad de los cristianos
Santiago 5:14,15
“¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiese cometido pecados, les serán perdonados”.
Creo que ya hemos dicho que al pecador convertirse en cristiano no recibe un certificado que lo excluirá de todos los sinsabores. Conforme se entristece, dice Santiago, también se enferma. Los cristianos algunas veces nos enfermamos. Los que creemos en Cristo como nuestro salvador tenemos que guardar cama, nos da fiebre, y hay que ir al médico.
Avisos
Cuando nos enfermamos recibimos de parte de Dios un aviso, que nuestras casas no son eternas (Sal. 49: 11), para que pensemos en la eternidad, que somos un soplo, que no tenemos aquí morada fija y que nuestra mejor definición de cristianismo es la de peregrinación. No diga cuando está enfermo que Dios no lo ama. Las enfermedades son los eternos mensajes de Dios. Cuando nos enfermamos Dios nos trata de decir algo, alguna lección se propone. Recordándonos que la salud es una bendición de Dios, que tenemos que aprovecharla en su servicio al máximo mientras la disfrutemos.
Lecciones para un enfermo
Cuando nos enfermamos nos sentimos humillados, tenemos que deshacernos de nuestras obligaciones y pasarlas a manos de otros, comenzamos a dejar de depender de nosotros mismos y hacerlo del amor y la gracia de familiares o doctores. Es necesario ir al médico y si vienen las investigaciones y operaciones nos sentimos como si fuéramos conejos, y pequeñísimos cuando somos inspeccionados con esos tremendos aparatos modernos. Sin distinción de sexo, si no es por obligación médica expondríamos desnudos nuestros cuerpos a la vista de cualquiera. Entendemos a hermanos enfermos que prefieren no recibir visitas, excepto los allegados, porque no quieren ser vistos en ese estado de humillación. Pudiera resultar que esa enfermedad del cuerpo sea profiláctica para el carácter, si es que uno conserva de modo perenne las lecciones aprendidas con fiebres y dolores de cabeza. Entre esas se encuentra un despertamiento por el interés y solidaridad con los enfermos, sobre todo con aquellos que están sufriendo lo que sufrimos. Pablo dijo, o mejor dicho preguntó "¿quién enferma y yo no enfermo? (2 Co.11: 29), porque junto a la cama del enfermo se encontraba él, que también sabía lo que era estar enfermo.
Cuando nos enfermamos Dios nos mide la temperatura en la boca y en el corazón, le pone un termómetro a nuestra fe. Generalmente cuando uno se enferma y lo someten a sospechosas investigaciones su fe es probada; no puede evitar pensar que podría ser grave la enfermedad y terminar muriéndose. Su propia imaginación le trae los pensamientos más trágicos y la poca fe no le basta para caminar ni siquiera flotar sobre esa situación, y lo hunde como a Pedro en las aguas de un mar de miedo y preocupación. Cuando la enfermedad pasa, el lúgubre cristiano, con tanta alegría como vergüenza se pregunta ¿dónde se encuentra la fe mía en la inmortalidad del alma o la resurrección del cuerpo?
Llamen al pastor
El texto enseña el recurso espiritual que podemos usar al hallarnos enfermos: La oración, llame a los ancianos de la iglesia y oren por él (v. 14). Eso no excluye a la familia y los amigos, y todos aquellos que quieran que se sane; ni tampoco al médico. Se pide que vengan los pastores para que oren por él, no quiere decir que sean los únicos que pueden hacerlo, sino más bien para que tanto el enfermo como sus seres queridos sean unidos más al ministerio pastoral de su iglesia. Es un buen momento para que vengan y orar juntos, leer una porción de la Escritura y platicar en breve sobre cosas espirituales. Supe de un hermano muy enfermo que antes de morir le pidió a su pastor que se acostara con él a su lado. Conocí a un gran doctor en teología y filosofía, pastor de una iglesia grande, que le pidió a uno de sus antiguos compañeros en el ministerio que cuando llegara la hora de partir estuviera cerca para que lo sostuviera en su cruce hacia la inmortalidad. Es cosa buena hacerle conocer al siervo de Dios que se está enfermo y que se le agradecería una visita.
La sanidad
Cabe aquí la oportunidad para reflexionar un tanto sobre lo que se conoce como don de sanidad. Espero que usted lea este comentario con buena voluntad que es con la que yo lo escribo. Note que dice en plural "los ancianos", no uno en particular que sea famoso por tener su don de sanidad. Todavía es la época apostólica, sin embargo ya en las iglesias en vez de confiar la sanidad de los enfermos a alguien que diga poseer don para curarlos, el énfasis recae en los ancianos y la oración de fe. Ellos no irían y le dirían al hermano, "levántate y sé sano". Lo que dice es que cuando llegaran a la casa se arrodillarían e implorarían la sanidad, y la oración de fe lo recuperaría. El don de sanidad fue uno de los dones extraordinarios que el Señor concedió a su iglesia para darle autoridad ante el mundo al evangelio apostólico. No fue un don omnipotente sino que siempre estuvo sometido a la voluntad del Señor.
Hay ejemplos en el Nuevo Testamento que dan a entender que ese don sobrenatural y beneficioso para la salud de la iglesia, en tiempos que la medicina estaba atrasada, no fue concedido a nadie como un curalotodo. Se quedó Trófimo enfermo en Mileto sin que Pablo pudiera sanarlo y eso que él estaba lleno de los carismas de Dios (2 Ti. 4: 20), y había subido hasta el tercer cielo. Pablo mismo reconoció que fue el propósito de Dios no curarle aquella enfermedad con la que se vio obligado a quedarse en la provincia de Galacia. Todos los dones que Dios nos concede están sujetos a sus planes y propósitos, y no son instrumentos que se nos entregan para hacer con ellos lo que queramos. Pudiera ser que Dios en su amor quisiera otorgar en este siglo dones de sanidades a ciertos y capacitados hermanos y hermanas. Él es soberano. No obstante me gustaría que esos privilegiados extendieran sus servicios fuera de sus iglesias y de campañas evangelísticas y llegaran hasta los hospitales, especialmente a los de niños con cánceres, que están suplicándoles a la vida no morir.
Y añadiendo una cosilla más, en medio de la época apostólica y de dones milagrosos, Pablo reconocía el valor de un médico, de medicinas y remedios. El apóstol recetó una medicina a su compañero Timoteo que estaba enfermo del estómago, supongo que con alguna úlcera u otro problema gástrico, le recomendó un remedio, el vino para aliviarle sus dolores, acidez y mala digestión (Ti. 5:23). Supongo que el doctor Lucas acompañaba al apóstol no solamente para que escribiera libros sino recetas.
Con respecto a eso de ungir con aceite a los enfermos, se ha levantado con los siglos una gran superstición hasta llegar a formar parte de lo que en una antigua denominación se llama “extremaunción”, aplicada a los moribundos y que dicen ellos, que tiene poder para limpiar de pecados, y la tienen como uno de sus siete sacramentos. Algunos enfermos por los cuales oramos los pastores y las iglesias, se han muerto y otros se han curado. No hay contradicción entre la experiencia y la promesa porque Jesús nos enseñó con su ejemplo que hay que añadir "mas no sea hecha mi voluntad sino la tuya" y "hágase tu voluntad aquí en la tierra como en el cielo". Se les pide a los ancianos que visiten al enfermo y oren por él. Hasta ahí llega lo que los pastores pueden hacer. Y después, esperar y ver en longitud de tiempo, la decisión divina. La promesa es que la oración de fe salvará al enfermo y llegará hasta el perdón de sus pecados. Una motivación para no tardar en hacer la visita pastoral pudiera ser que en el enfermo ocurra un tránsito de su vida pecaminosa hacia otra santa.
Algo no entendí. Ud dice que la era aostólica sigue en vigencia? Perdón si le entendí mal.
ResponderEliminarSaludos!
Viviana.
ResponderEliminarNo conozco a nadie que tenga el don de sanidad, y por otro lado el peso de la exegesis bíblica exige admitir que fue un don temporal.
La historia reconoce algunas sanidades extraordinarias pero más por la oración que por un don de alguien.
Personalmente no creo que nadie lo tenga. En 50 años no he visto a nadie. Y los que he leído son cuestionables. El margen que dejo es para la especial soberanía de Dios.
Y si les pido que vayan a los hospitales de niños es porque sé que no irán porque no lo tienen.
Ahhhhh, ya me parecía extraño de su parte !!!
ResponderEliminarGracias por la aclaración.
Bendiciones
De nada, Viviana.
ResponderEliminarQueridísimo hermano, ¡Magnífico post! Me ha encantado leer sus letras y muy cierto: "Las enfermedades son los eternos mensajes de Dios. Cuando nos enfermamos, Dios nos trata de decir algo..." Bien que no he empezado con toda salud este 2012, pero gracias a Dios que la quietud de la cama, a más de darme kilitos de más, je,je, me da ideas acerca de cosas que de otra manera no pudiera pensar. Además, me ha dado manera de constatar el cariño de mis alumnos y el amor de muchas hermanas y familia ¡eso es magnífico! Siempre nos llena de gozo y es un privilegio del Señor concedernos estas dichas.
ResponderEliminarEs para mi un privilegio venir a esta fuente a tomar siempre un sorbo de agua fresca y viva.
Besitos a su esposa y un gran y afectuoso abrazo para ambos.
Isa, gracias a Dios que te envió una gotita de su gracia por medio de este blog. Es valioso lo que has aprendido mientras has tenido que guardar cama, y como el cariño se te ha aumentado por tus familiares y amigos, y alumnos.
ResponderEliminarGracias por el cariño cristiano, y humano, que nos expresas en tu comentario.