Formas providenciales de sustento


“Y comieron de los frutos de la tierra de Canaán aquel año” (Jos.5:12).

Los hijos de Israel nunca más tuvieron maná; ya no lo necesitaban, el vagabundeo milagroso había concluido y al entrar a la tierra de promisión las ventanas del cielo se cerraron y no vieron más vieron el precioso alimento, a no ser el guardado en lugar sagrado una urna. Una nueva época había comenzado, y no podrían volver atrás a los antiguos tiempos en que cual lluvia caía la bendición angelical. El ciclo estaba cerrado. El tiempo de sostenimiento especial había expirado y el sol no volvería atrás. Pero les quedaban en la memoria experiencias inolvidables, buenas y malas, todas ellas con Dios.

Impresionantes apostasías. Los egipcios se habían vuelto a su país, los que siguieron al grupo salvado cuando oyeron que peregrinarían por cuarenta años pusieron pie en retroceso. Fue un alivio porque aquellos no regenerados causaban molestias a los que caminaban en el Espíritu. Ellos fueron los que trajeron a la memoria las cebollas y los melones de servidumbre e incitaban a los santos con los recuerdos del pecado.

La justicia divina. Coré el rebelde era un recuerdo espantoso, el griterío de los vecinos huyendo y el hueco oscuro tragándose viva la sedición; muchos aunque eran muchachos, recordaban las cicatrices de los padres, no olvidaban las serpientes ardientes y como una mirada de fe los sanaba maravillosamente.

La encantadora protección de Dios. Hay muchos recuerdos cuando el año termina, la columna de fuego durante la noche, la nube protectora para el mediodía.

La unidad de la iglesia. La hazaña de construcción del tabernáculo, la generosidad de todos, el ahínco de los fabricantes, la consagración de los sacerdotes, la unción de Aarón, la entrega de la Ley.

Cuando un año se acaba invita a recapitular: ¿Soy mejor que cuando salí caminando? ¿Lo que he vivido no ha sido por gusto? Estoy a punto de cruzar la frontera de un año para otro, las aguas del Jordán del tiempo están desbordadas, no sé lo que me espera por delante, pero estoy seguro que Dios estará conmigo. Con todo, si Dios ha estado con nuestras venturas y desventuras, ha sido un año bendecido y sin ese sostén de misericordia hubiera sido peor. No tendré maná, pero alguna forma de sustento tendré y como consiga nutrirme y vivir, no será menos providencial que si estuviera lloviendo alimento.

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(Viviendo “del aire”, o con dinero)

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