No venzas las fuerzas que te impiden pecar
1 Crónicas. 21:1-8 (LBLA)
Y se levantó Satanás contra Israel e incitó a David a hacer un censo de Israel. [2] Dijo, pues, David a Joab y a los jefes del pueblo: Id, contad a Israel desde Beerseba hasta Dan, y traedme el resultado para que yo sepa el número de ellos. [3] Pero Joab dijo: Añada el Señor a su pueblo cien veces más de lo que son. Mas, oh rey, señor mío, ¿no son todos ellos siervos de mi señor? ¿Por qué procura esto mi señor? ¿Por qué ha de ser él motivo de culpa para Israel? [4] Sin embargo, la palabra del rey prevaleció contra Joab. Salió, pues, Joab y recorrió todo Israel, y volvió a Jerusalén. [5] Y Joab dio a David el total del censo de todo el pueblo. Y en todo Israel había un millón cien mil hombres que sacaban espada; y en Judá había cuatrocientos setenta mil hombres que sacaban espada. [6] Pero entre ellos no hizo un censo de Leví ni de Benjamín, porque la orden del rey era detestable para Joab. [7] También el censo desagradó a Dios, e hirió a Israel. [8] Entonces dijo David a Dios: He pecado gravemente al hacer esto. Pero ahora te ruego que quites la iniquidad de tu siervo, porque he obrado muy neciamente.
Mira como insiste en cometer un pecado que le va a traer problemas o la ruina; vence todo obstáculo humano, salta cualquier barrera y luego lo lamenta. Ojalá no tengamos éxito en quitar de en medio lo que Dios ha puesto para que no nos acerquemos al mal, que no burlemos su vigilancia. No había terminado Joab el conteo cuando ya David supo que había hecho mal (v. 8; 2 Sa. 24: 10).
Joab pudiera representar para nosotros a un amigo fiel, un familiar que se le quita de en medio para tener el camino libre. Pudiera ser el padre, la madre, la mujer, los hijos, etc. (vv. 6,7). No había nadie que aplaudiera lo que estaba haciendo, todos lo desaprobaban, en la tierra y en el cielo, sólo Satanás miraba complacido como se hundía y desobedecía a Dios. David estaba trastornado, delirante con aquella idea fija, con un capricho que le taladraba las sienes y no le dejaba vivir si no lo satisfacía (vv. 7,8).
¿Quién te metió esa idea en la cabeza? David, no necesitas lo que te propones, depón tu vanidad, no sacies tu ego. ¿Ya todos saben lo que quieres hacer? Hasta el momento es un secreto entre tú y el pecado. Y ¿qué pasará cuando tus amigos y el pueblo en general oigan lo que has hecho y sepan que no fue tanto la tentación que te venció sino la insistencia tuya?
No venzas las fuerzas que te impiden pecar, oye las voces que te aconsejan que no lo hagas. Tú eres muy amado y conforme al corazón de Dios. Es una locura. Llama a Joab, invita a los tres hijos de Sarvia, pídele su opinión a Mical. Si ese pecado es abominable a un hombre como Joab ¿no lo será a Dios y a ti mismo después?
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