Ropas y productos extranjeros



Sofonías 1. 8

“Los hijos del rey, vestidos extranjeros”.


Aquí puede referirse a los hijos de Josías o los del rey Sedequías, a quienes el rey de Babilonia hizo sacar los ojos y Dios toma nota de ello (Eze. 23.12,15). Más que la preocupación con el vestuario del cuerpo debe ser el de la vida por lo cual dice “vestíos del Señor Jesucristo’ y “vestíos como escogidos de Dios, santos” (Ro 13.14; Col 3.12; Efe. 4.22).

La Biblia dice que “las mujeres callen en la congregación” y algunos usan esas palabras para someter al silencio a todas las hermanas. La Ley dice que “el varón no usará ropa de mujer” y eso basta para que ciertos lectores prohíban al sexo femenino los pantalones de hombres, aunque ellas digan que no tienen cremalleras. Otros saben que a los judíos se les prohibía la carne de cerdo y aunque son gentiles y “lo que Dios limpió” no lo llamamos inmundo, ellos no la comen; y otro tanto pasa con el último día de la semana que escogen para reunirse y por nada del mundo lo sustituirían por el primero. Los más famosos son los de la secta que prohíbe a sus miembros ponerse transfusiones de sangre porque Moisés tajantemente dijo que comerla, ¡na, nai!; y se quedan sin celebrar sus cumpleaños porque leyeron que Herodes en el suyo decapitó a Juan el bautista. Todos esos amigos debieran saber un poco más la Biblia y ser menos caprichosos. Aprenda usted, lector, el espíritu de los textos de la Biblia y cuidado con esos exagerados fanatismos que demeritan la belleza y moderación del evangelio.

Con respecto al uso de ropa extranjera, vaya, que hoy no tiene nada malo vestirse con la ropa típica de otros países o con telas y modelos que vienen de lejos aunque las usen tipos estrafalarios. La mala conducta de esos extranjerillos es lo que no hay que copiar. Como tampoco hay algún pecado en comprar aparatos eléctricos hechos en China, Taiwán o Estados Unidos, o conducir un Mercedes Benz alemán, un Peugeot francés, un Opel alemán, u otro de cualquier lugar. Si por esa vía se desarrollan los escrúpulos entonces sería un pecado comer el arroz o los vegetales que producen los granjeros del sur de Norteamérica o usar un reloj suizo. Aquí el texto no sugiere esa ampliación y no prohíbe comerse una banana de Honduras y Costa Rica, o Guatemala, ni beber café de Colombia o ponerle gasolina venezolana al automóvil, o cocer carne argentina con gas brasileño. El texto no es una condena al mercado internacional y la globalización, sino una prohibición que juntos con esas cosas buenas recibir de allá y acullá la influencia moral, artística, filosófica y teológica pecaminosa.

¿No es una locura tomar un texto bíblico para prohibir la importación de esas cosas? Esa gente piensa que el mundo empieza y termina con ellos. Se creen los únicos, patriotas y los mejores. Lo que uno tiene que hacer es no copiar el mundo. Las naciones y los ciudadanos no debieran vivir en ostracismo como si ellos fueran los únicos en el planeta, consumiendo sus propios productos, leyendo sólo a sus autores, sus únicos periódicos, creyendo su única ideología, oyendo su única radio y mirando sus únicos televisores y cines.

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