Al final: Jesús
No temáis. Id, avisad a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán (Mateo 28. 10).
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Si hubieras estado allí oyéndolo habrías recibido la mentalidad victoriosa que Jesús quiso que sus amados hermanos tuvieran, por la esperanza misma, para que enfrentaran por el testimonio suyo, sin miedo, la muerte. ¿Has observado cuántas veces en estos últimos capítulos se dice: No temáis? No temáis a la muerte, ya podéis cantar y vivir sin sustos y malos presentimientos porque morir será una experiencia distinta con sabor a salvación si podéis verme a mí en ella.
No penséis que entráis a las sombras ni que caeréis en un pozo sin fondo porque dirigiréis vuestros pasos hacia una mansión de luz. Es sorbida en victoria (1 Co 15. 54).
Cámbiele el nombre a la muerte y llámenle partida, sueño, pero nunca término, porque es vía. ¿Te asusta ir adonde está Jesús? Ya no es un monstruo sino un ángel de luz, ya no llores, ella te sonríe, te besa. Es amable porque nos hace el favor de deshacernos de este viejo tabernáculo (2 Co 4.16-5.9).
Ya no hay que temer a nada, ni a ella, ni a la vida, ni al presente o al porvenir, ni al pecado o a la condenación. Las cosas peores no están por venir sino las mejores. Si puedes mirar a través del velo, acepta este hecho de victoria, cree sus palabras e imita la fe de sus grandes santos, tu camino será dorado, más brillante cada vez, hacia arriba nunca hacia abajo, hacia lo seguro, lo real, donde brota la luz del universo: Dios.
¿Qué nos resta aquí? ¿Pobreza, desilusión, traición, olvido, enfermedad y muerte? El que nos trazó el camino lo ha hecho todo para que alcemos nuestra cabeza y lo miremos a él. Ya puedes mirar y verás que la línea que cada cual se trazó convergió en él. Estás más cerca de tu salvación que cuando creíste. No pienses en quienes dejas sino en quienes te darán la afectuosa bienvenida. Ya saben que estás en camino a ellos y te esperan. Al final: Jesús.
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