Corren detrás del dinero
LUCAS 11:33-36
33
Nadie pone en oculto la luz encendida, ni debajo del almud, sino en el
candelero, para que los que entran vean la luz. 34 La lámpara del
cuerpo es el ojo; cuando tu ojo es bueno, también todo tu cuerpo está lleno de
luz; pero cuando tu ojo es maligno, también tu cuerpo está en tinieblas. 35 Mira pues, no suceda que la luz
que en ti hay, sea tinieblas. 36 Así que, si todo tu cuerpo está
lleno de luz, no teniendo parte alguna de tinieblas, será todo luminoso, como
cuando una lámpara te alumbra con su resplandor.
No niego
que estas casi enigmáticas palabras pudieron ser repetidas por nuestro Señor en
ocasiones diferentes, es casi seguro. Es más difícil entenderlas en este
evangelio, que parecen emparedadas dentro de un contexto ajeno y flotar sin
conexión alguna. Es mejor encontrarles aplicación en Mateo, que pudieran ser
una continuación, o más bien un paréntesis ilustrativo dentro del tema de las
riquezas (Mt. 6:19-24). Algunos escritores dicen que la lámpara del cuerpo es
la mente, o el corazón, que si está apagado en cuanto al conocimiento del
evangelio todo el comportamiento del cuerpo y de la vida estarán
espiritualmente a oscuras. Eso suena bonito, lo que no estoy seguro es que
ellas fueran dichas para que los hábiles en abstracciones saquen de ahí maravillosas
suposiciones.
Me parece
que el texto, para que quede más clara su explicación, habría que tomar
literalmente "el ojo" y todavía mejor en plural "los ojos",
cuyo uso puede ocasionar numerosas caídas, aunque si orgánicamente se extrae del
cuerpo, no da ningún resultado porque el mal está un poco más abajo que los
ojos, en el corazón (Mt. 15:19).
Pero
buscar el significado de estas palabras tan lejos, no es de mi gusto y prefiero
pensar que esta ilustración vino como anillo al dedo cuando estaban hablando
del dinero y la importancia que no se aprecie más de lo debido (el dinero es necesario) ni se le dedique tanta
atención como si se tratara de Dios (Mt. 6:24).
La luz de
Dios en los ojos puede convertirse en codicia por mammon (Luc. 16:13), oscura
avidez por las riquezas y llenarse los ojos de tenebrosas ganancias deshonestas
y abusadoras; y si eso ocurre en los ojos de aquellos que han estado llenos de
la luz divina ¿cuántos no serán los ojos acostumbrados a mirar en tinieblas?
(v. 23).
A medida
que se le da más y más valor al dinero, se va agrandando hasta volverse un
señor al cual se ama y por lo cual se vive (v. 24), de modo que la estima
financiera hace que se miren con menosprecio los valores espirituales, Jesús,
el evangelio, la iglesia, la lectura de la Biblia, y Dios. Los hijos de este
siglo, dice el Señor, buscan todas estas cosas. El sonido de treinta monedas de
plata en el bolsillo suele ser un precio, en realidad bajísimo, por la venta de
un apostolado, la compañía bendita de Jesús, un domingo en la iglesia y un buen
sermón. Por eso Jesús no quiso que a sus misioneros les sonara ninguna en el
cinto, ni siquiera de cobre (Mt. 10:9).
Volviendo
al texto, de una forma sutil si se quiere, lo dice, pero lo dice, que aquellos
a quienes se les van los ojos hacia el dinero corren ciegamente, sin luz en ellos, en cuerpo y alma detrás de él,
y son traspasados por muchos dolores
(1 Ti. 6:10).
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