La frecuencia del contacto evangelístico
1Reyes 17:21
“Y se tendió sobre el niño tres veces, y clamó a
Jehová y dijo: Jehová Dios mío, te ruego que hagas volver el alma de este niño
a él”.
“Se tendió tres veces sobre el niño, clamó a Jehová”. Ese contacto personal con el niño fue la
posición inicial que el profeta eligió para la
transmisión de vida, de Dios a él y de él al pequeño. Compartió con él el
calor de su cuerpo y todo su aliento. Un muertillo no puede prescindir de una
relación tan íntima. La más estrella relación humana y filial es recomendable.
Esto es evangelismo. Un solo contacto no
es suficiente y por lo que se puede apreciar es necesario la frecuencia de ese contacto porque el profeta lo hizo tres veces.
Si pasa mucho tiempo entre uno y otro el niño se enfría y pudiera perder el
beneficio del primer roce o encuentro. La repetición de la comunicación es
fundamental para edificar una relación que pudiera conducir a la resurrección.
No pocos niños se quedan medios muertos porque el comunicador desapareció en
medio de su tratamiento. La insistencia es un requisito del evangelismo con
menores y mayores.
Los niños deben ser enseñados con la misma calidad de un adulto, con las mismas verdades y con
similar profundidad. A veces se piensa que son capaces de digerir sólo la leche
de la Palabra. Note como Elías echó todo su cuerpo sobre el pequeño sin temor a
ocasionarle daños. Al contrario, todo el peso de la adultez hace falta, con
montones de experiencias acumuladas, para salvar a un pequeño, que no con
liviandad se pone vivo. Y el clímax de la resurrección se alcanza con oración, con la misma que no tuvo efecto
la primera y segunda vez porque sin ella
es inútil el contacto y la misma calidad doctrinal y toda la experiencia de un
experto. La salvación de un niño reclama la oración de fe.
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